sábado, 14 de enero de 2017

Toque antes de entrar

(Suponga usted que escribe un libro del que sabe o sospecha que nunca será publicado. Suponga usted que, trajinado por un desorden inabarcable, vuelve a ese libro cada cierto tiempo. Suponga que teoriza sobre el acto de escribir, que confunde pereza con resignación. Suponga que tiene la necesidad de dar a conocer algo que estima propio e intimo, pero del que se ha prometido silencio. De esto va este texto. Un avance hacia la nada.)

En un ejercicio de extrema pereza me asomé a ese circulo del infierno que es Google (Ya sabemos las consecuencias que tiene cruzar los predios de la ciencia, así, Adán y Eva, se asomaron al territorio del conocimiento y fueron expulsados del paraíso), y escribí su  nombre como el aprieta los dientes antes de lanzarse a un abismo: Thomas Pynchon. 
De las cientos de páginas que hablan de Pynchon, me quedé con la tercera opción. La abrí y copié textualmente: ”nació en Nueva York en 1937, y de él apenas se sabe que estudió ingeniería y literatura en la Universidad de Cornell, que redactó folletos técnicos para la compañía Boeing, que envió a un cómico a recoger el National Book Award, y que vive en Nueva York.”
Pynchon es una celebridad y un enigma a la vez, tanto que se duda hasta de su propia existencia. Confieso que no lo he leído, que sé muy poco de su obra pero que me atrae la niebla que arropa cada uno de sus pasos. Me atrae la distancia que media entre él y las luces, me gusta saber que prefiere caminar recostado a las sombras, que se lo confunde con un borracho de barrio o con un maestro de escuela. Cada vez que vuelvo a la página de Toque antes de entrar, pienso en Pynchom, y en las diversas atmósferas donde se puede desenvolver un escritor.

Los textos de Toque antes de entrar son el resultado de una constante reescritura que  me consuelan y divierten, según se vea, de mi casi nula participación en los círculos literarios del país. Después de mi pasantía por el proyecto Predios, y salvo las columnas que publico en periódicos de la región y en algunos portales web del país, casi no se me ve en eventos literarios. Disfruto la certeza de saber que el ¨modo Pynchon¨ es un sendero que conduce a ninguna parte. Es negación y reafirmación de una vocación que no aspira otra medalla que su propia existencia. Yo la padezco sin estridencias, la cuelgo como una confesión en estas paredes por si algún día este Toque antes de entrar llega a ver la luz del día. No lo sé, quizá algún día.

1 comentario:

  1. La padecemos. Pero asi como alimentamos el hambre insaciable de las redes, asi también decretamos el derecho a dar a luz en las sombras del anonimato.
    Algún dia, nadie sabe, quizás, alguien abra tu puerta de manera inadvertida y te encuentre fulgurante, tesoro en mano.

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