sábado, 10 de enero de 2015


Los hijos de Prometeo
Por Pedro Suárez 

Abundan, son auténticos paquetes chilenos. Van por la vida en constante mutación. Digo, salen de su casa en el papel de perros y llegan al fondo de nuestro café convertidos en jirafas. Les crece el cuello, y el árbol genealógico se les carga de revoluciones, viajes a ultramar y hasta de héroes de batallas fingidas o históricas, qué más da. Saben, como escuché en no sé qué programa de radio, a pared de hospital.
Hablo de aquellos que se van inventando biografías cada vez que se topan con un almanaque de los Hermanos Rojas. Los que predican que de niño leyeron a Don Quijote, pero en ingles; si es que nacieron teniendo como idioma el que patentó Cervantes, y que si son del "lado de allá", de la bruma donde Ricardo III hacía gárgaras de sangre, dicen que han leído toda la obra de Shakespeare pero en alemán. Entiéndase, se trata de seres dotados como ningunos para el disimulo, maestros en el arte de reescribirse. Bufones prestados al arte del disimulo. 
@pedrojsuarez


Todo a cien
La escasez es el síntoma de una economía enferma pero la abundancia es una norma de los tiempos que corren. Con el ejercicio de Todo a cien, pretendo exprimir el contenido y la idea. Que los textos nunca mayores a la cien palabras. Decir más es innecesario.




Toque antes de entrar



                                    "Mi animal de costumbre me toma por las muñecas,
                                                                                      me seca las lágrimas"
                                                                                       Juan Sánchez Peláez 

Si necesito rezar 
leo a Shakespeare
no siempre, pero puedo jurar que a veces rezo.
Lo hago como Hamlet
cuando interrogaba a la razón 
su peor desgracia.
Lo hago con la vista fija en la colonia de hormigas
que atraviesa el metro cuadrado de mi jardín
mientras sobre sus espaldas conducen una miga de pan
lentamente, como un ataúd bajo la lluvia.
Lo hago al recitar versos 
huérfanos de papel.
Sin proponérmelo, busco 
trazas de piedad en la mirada de los transeúntes
y solo encuentro una metralla de puños apretados.
Mueve a ternura pensar en la edad del árbol
al que recuesto el momento de besar el amuleto 
de esto que he llamado vida.
Escenas de encuadre cerrado
Yo, de niño con una camisa color guayaba
mi hermano Santos enfrentado al brillo de mis zapatos
Costumbre de bajarle el pico a la vanidad 
casi pudor ante la encrucijada de ser felices.
Aclaro, aquí desbocar no es un verbo
es un caballo que cruza las piedras de una quebrada
pobre y triste por la agonía de saber que nunca será río.
Yo, imitando a Travolta
en un piso de cemento que me manchaba los pies de verdes.
La novia amanecer vencida en mis brazos
y el calor caminando entre sus pezones de liceista.
Nosotros pescando estrellas
sin saber que éramos nosotros.
Desde luego, la calavera en la mano
la espalda inclinada sobre la criba para separar el oro de las dudas.






 La maldita guerra El amor es el silencio más fino, el más tembloroso, el más insoportable. Jaime Sabines Mientras las bombas caen, si se ag...