jueves, 11 de marzo de 2021

 Diario de un aprendiz de ajedrez

I

Anoto este día como fecha de inicio de mi reencuentro con el ajedrez. Más adelante explicaré porqué digo que es mi “reencuentro" con un juego al que me niego a llamar deporte. Algo pasó, logré mi primera victoria y un empate contra la  aplicación instalada en mi móvil. Diré que el acontecimiento, para mi extraordinario, me sorprendió. Apenas desperté, encendí el teléfono y fui directo a la aplicación, seleccioné el Nivel Medio. Me tocó jugar con las piezas blancas, y por disciplina de aprendiz o método empírico, opté por la apertura de Peón 4 Rey. Luego hice movimientos mecánicos, más por instinto que por estrategia. Sin advertirlo, la partida se complicó, le di jaque mate al Rey Negro. Cuando digo que la partida se "complicó" es porque el juego avanzaba y veía cómo me comía un alfil aquí, un caballo allá, hacia un enroque corto que me protegía y despejaba el campo; en un momento dado me comí la reina, luego las torres y, jaque mate. No lo podía creer, había ganado. 


Creo importante señalar que la partida se desarrolló en la mañana, temprano, antes de las seis, mucho antes del desayuno. Desperté, me tomé un vaso de agua con una cucharada de bicarbonato que me recomendó mi amigo, el poeta, Santiago Mastrolia; luego coloqué a mi lado una taza grande de café y abrí el tablero en la pantalla de mi teléfono: Peón 4 rey.  Lo demás es historia, mi primer triunfo. La fecha podría ser esculpida de esta manera: 10 de marzo del año 2021, segundo de la pandemia por Covid-19 o virus chino, día inaugural que señala el triunfo de Pedro Suárez como novicio jugador de ajedrez. Es innecesario aclarar, por supuesto, que lo de la placa es un una broma. En la noche, el empate. La partida se desarrolló de forma natural, fluida. En todo momento  llevé la iniciativa; jugaba de manera rotunda, pero serena. Podía anticipar movimientos, planificar ataques; coroné un peón y llegué a tener dos reinas en acción. No obstante mi abrumadora ventaja me enredé en unos movimientos pobremente planificados y ahogué al Rey Negro, empate. 




 La maldita guerra El amor es el silencio más fino, el más tembloroso, el más insoportable. Jaime Sabines Mientras las bombas caen, si se ag...