lunes, 19 de junio de 2017

Virgen antes de piedra



El frío va a ras del suelo
es una culebra de musgo
y en sus venas corren aguas cristalinas
que no dejan de cantar.

Confiada, desliza sus hilos
que cuajan diamantes en la punta del follaje
mientras reduce su destino de sierra.
Tímida pero lleva de colmillos al cielo de la sabana
y se esconde en los ojos del pájaro campana.


Quién podrá adivinar
que después de esta caverna
una lengua de verdes dormirá la angustia de huir
en un bosque en el que crece una joroba de camello.

Este es el camino que haré más de dos veces
me secuestra el salto y la voz pemona
la sensación de navegar por un tobogán de estrellas
la manía de dormir los grillos del corazón.

Espero encontrar el tigre en el rojo del jaspe
abriré un hueco en la tierra, no más de diez centímetros
para amarrar mis dedos al cuarzo

y allí, cambiaré estiércol por perlas.

Libro de la sabana

 introito


En alguna parte, el poeta Fernando Pessoa sentenció que “navegar no es preciso, es preciso navegar". Estos versos que pudieran servir para cruzar las arenas del Sahara acuden a mí cada vez que apunto hacia ese espacio mágico y antiguo que es la Gran Sabana, al sur del estado Bolívar. Los textos que acompañan estas páginas no pretenden ser los un ‘libro motivó’ si no que exploran la cantidad de oxígeno que alimenta mi alma cada vez que mis ojos se adaptan a un espacio que se disminuye si sólo lo vemos como un "milagro de la naturaleza". Poemas que salieron de a uno, quizá en una noche completa, no lo puedo precisar, lo que sí puedo afirmar es que llevo más de un millón de años escribiéndolos.

(adelanto)

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