miércoles, 29 de abril de 2015

crípticos
Por Pedro Suárez


Quien baja al infierno no debe ver para atrás, de eso sabia Homero pero lo podemos entender frente a un espejo.
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Hay quienes echan mano del tañido de las campanas para cruzar el instante de estar solo con ellos mismos.
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Ni todas las respuestas ni todas las preguntas, a veces conviene andar como cuando nos colocan un suero en las venas, de a gotas.
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Ir rozando las paredes, detenerse ante las formas que narran historias propias y remiten a instantes que explotan de cuando en cuando en la memoria.
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Qué daño nos hace la necesidad forzada de salir en la foto sin la camisa arrugada.
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Y te das cuenta que nunca fuiste invitado, que sólo era una sombra la que se movía a ras del suelo.
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Digamos que nunca me asomé a ese abismo, que la inocencia era un sofá prestado que olvidé entregar a su dueño.
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Hoy estudié suerte pura en unos granos de arroz, y entendí que hay galaxias destinadas a no encontrarse.
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La intimidad, ese océano en el que vas dando brazadas para llegar a la playa donde te esperas a ti mismo.
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Algunos les toca por destino ser alas, a otros, solo viento.
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Se escribe con la intención de hacer que el lector vuelva sobre lo leído, como cuando pasamos frente a una vidriera y al rato volvemos para detallar es reloj que nos gustó.
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@pedrojsuarez

viernes, 24 de abril de 2015

Roja para las mentiras
Por Pedro Suárez


El chiste es largo, pero útil como método para salirle al paso a la mentira que construyen los gobiernos a la hora de disfrazar la mortaja en la que se les convierte la realidad, y lo recrea la minuciosa inteligencia de Slavoj Zizek en su libro Mis chistes, mi filosofíaNarra  Zizek sobre un obrero alemán de la desaparecida República Democrática Alemana que consigue un trabajo en Siberia; consciente que su correspondencia será leída por la infame policía política del régimen, el obrero, en una fiesta de despedida, le advierte a sus amigos: “Acordemos un código en clave: si os llega una carta mía escrita en tinta azul normal, lo que cuenta es cierto; si está escrita en rojo, es falso”. Al cabo de un mes, a sus amigos les llega la primera carta, escrita con tinta azul: “Aquí todo es maravilloso: las tiendas están llenas, la comida es abundante, los apartamentos son grandes y con buena calefacción, en los cines pasan películas de Occidente y hay muchas chicas guapas dispuestas a tener un romance. Lo único que no se puede conseguir es tinta roja”.

Puesto en idéntico trance un venezolano de hoy enfrentaría una dificultad aún mayor: no conseguiría tinta roja para contar las mentiras ni la azul para contar las verdades.Y no se trata de que no se consigue café, ni detergente, ni harina, ni todos los etcéteras que mantiene a centenares de miles de venezolanos en colas para comprar lo que no hay, si no que el gobierno enfrenta las consecuencias de un modelo económico y político absolutamente inviable con una prosa escrita en bermellón intenso. El rojo con el que el gobierno construye su propaganda está pigmentado por frases cortas y de notable eficiencia. Digamos que es un inhalador con el que toman aire cada vez que el agua les llega al cuello. Guerra económica, se le escuchará a un ministro de Alimentación para justificar la falta de papel higiénico en los anaqueles. Conspiración del imperio, para explicar porqué el antihipertensivo que utiliza Petra Gómez no se consigue en la farmacia. El gobierno no ahorra en cinismo, perdió el pudor. Todo lo escribe en letra roja.
@pedrojsuarez

domingo, 19 de abril de 2015

Transparencias
Por Pedro Suárez

La mirada puede ser ese flotador que impida que tus días se hundan en el hastío.
Vivimos una psicosis en cinemascope.
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Decirle a la gente lo que quiere escuchar y algo de lo que uno quiere decir. 
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La anatomía de este tiempo descubre al matonismo como la arteria principal del corazón que lo mueve.
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¿De quién es el dedo, de quién la llaga?
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El guión de los tiranos, siempre es el mismo: que otros mueran por él.
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¿Europa es un continente o un partido de fútbol?
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El universo se dilata, es un chicle lanzado al abismo.
Nunca he sabido para dónde va caer el árbol, nadie lo sabe, lo extraordinario ocurre cuando te cae encima.
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Google es El becerro de oro del siglo XXI, y googlear es la liturgia del asunto.
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En la vida como en la lucha libre hay golpes que se fingen para aparentar que se recibe castigo.
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Vi a un elefante comiéndose un maní y pensé en el por qué despreciaba la manzana que había en la cesta.
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Caminar de puntillas es una opción de vida.
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Resulta grato explicar una victoria, difícil es narrar las derrotas, lidiar con el éxtasis del que escucha la historia.
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@pedrojsuarez

martes, 14 de abril de 2015

Limón y bicarbonato
Por Pedro Suárez


Tengo un amigo que es diputado, y puedo dar fe que es de esos políticos a los que la ética no les estorba, aunque sus adversarios más enconados se la niegan. Estudiamos los grados de primaria en la misma escuela; él, dos cursos delante de mí. Antes de ser diputado se había hecho concejal, también fue alcalde; es, lo que se llama, un animal político. Le apasiona la historia de las ideas, intenta, soy testigo de ello, no ser indiferente ante la injusticia; especialmente le gusta tratar de entender porqué el país va como va y oponerle lo que esté a su alcance para que no se derrame del todo. Como diputado de la provincia tiene que viajar constantemente a la capital de la República, circunstancia que limita la posibilidad de vernos con la frecuencia que lo hacíamos antes de salir electo diputado. Ya casi no hablamos porque tenemos la certeza de que su teléfono está intervenido por el gobierno, lo que supone que todas sus llamadas son grabadas; visto entonces que somos aficionados a los chistes malos, no queremos ser objeto de burla por la magra calidad de nuestras carnavaladas. 

Debo decir, antes de avanzar sobre la personalidad de mi amigo, que toda la vida se le ha considerado un hombre de izquierda. El partido en el que ha militado toda su vida fue fundado por un ex comunista de los más lucidos que ha dado Venezuela. Pero como Pablo de Tarso, mi amigo también sufrió la experiencia del relámpago de Damasco. Obligado a viajar, por razones de salud, a Cuba, regresó de la isla caribeña con una frase: He podido comprobar que Cuba es el mayor fraude de la historia de la humanidad. A partir de ese viaje comenzó a escribir sobre lo que (me confesó) ya sospechaba desde hace tiempo. Pero su crítica no se limitó a denunciar la estafa política que han ejecutado los hermanos Castro desde hace mas de 50 años, si no que se atrevió a pronosticar que si en Venezuela no se rectificaba el modelo que a golpe y porrazo se nos han intentado imponer íbamos a padecer igual o peores desasosiegos que los que sufren los cubanos del presente. A mí, de verdad, me parecía exagerado el pronóstico pero entendía que estaba haciendo política. 

La costumbre se hace ley, es sabido. Hace más de treinta años uso un tipo especifico de desodorante. Me gusta porque sí, por la misma razón que prefiero ir lento que de prisa. Había olvidado el olor a cebolla y a col que desprenden las axilas.Tengo ya dos semanas que no utilizo desodorante, el olor que me acompaña es denso, por ahora discreto y apenas atenuado por el perfume. Siento, sin embargo, que va increscendo, tomando cuerpo. He probado con limón, bicarbonato, pero insiste. Creo que mi amigo no exageraba, vamos camino a convertirnos en un mal remedo de Cuba.

@pedrojsuarez


domingo, 12 de abril de 2015

¿Libros o esteroides?
Por Pedro Suárez


Me gusta leer, a oscuras, que nada distraiga la distancia entre la página y mis ojos. Debo añadir, entonces, que me gusta leer de noche. De adolescente lo hacia con una vela al lado de la cama, era muy pobre para comprar una lámpara. Una vela alcanzaba para leer un poemario de Arthur Rimbaud, digamos; novelas largas como El Ulises de Joyce, El Proceso de Franz Kafka, Crimen y Castigo, de Dostoyeski, o alguna de León Tolstoi podían consumir de quince a treinta velas. No recuerdo si contabilizaba la duración de los cirios por el número de páginas leídas o por el tiempo que tardaba en leerlas. La lectura de un cuento o los tres primeros versos de un poema pueden tomarte días. Una novela puede regalarte su última frase con su entrada a la papelera, junto a los restos de borra de café y cebolla. Un ensayo como El arco y la lira, de Octavio Paz, meses, tal vez años. Pero ya va, la inversión del consumo de velas en la lectura de un libro se fractura al igual que cuando decimos que una pelota está en movimiento y no que el movimiento está en la pelota. Además, estos renglones tratan de otra cosa.

Dije arriba que me gusta leer, y que prefiero hacerlo de noche. Ya no utilizo la vela de cera, puedo comprar la lámpara que se me antoje pero ahora leo todo o casi todo en formato digital. Es verdad que un porcentaje elevado de las novedades literarias se publican en papel, pero también es cierto que el plano digital lo inunda todo, y que requieren unas quinientas vidas para leerlos. Y vean que sí, la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes tiene más de 135 mil registros bibliográficos de los cuales 60 mil son títulos de libros, lo que convierte su catálogo en uno de los más nutridos del mundo. La Biblioteca del Congreso de EEUU adelanta un proyecto de digitalización de su millonario catálogo de libros, fotografías y vídeos. Empresas como Amazon y Kindle ofrecen a los autores publicar sus trabajos de manera gratuita para ser vendidos a precios irrisorios. Me gusta leer, y lo puedo hacer gratis y a placer.

Los ácaros son como unos cerdos, pequeñitos, microscópicos, milimétricos, que les encanta el papel. Para ellos un libro es como un yate de 150 metros de eslora. Allí se reproducen incansablemente y viven a placer, lo mismo que ocurre con mis lecturas en formato digital. Debo a esta última predilección el único punto de encuentro con estos parasitos. Como en la Casa tomada de Julio Cortazar, estos primos de los arácnidos cometieron o, mejor, acometieron la tarea de expulsarme de las cuatros paredes del libro de papel. Primero me echaron de los capítulos, luego del indice, después del colofón, y cuando ya me tenían en la portada me dieron una trompada refrendada por un médico autorizado que me prohibió, por la magnitud de la alergia que padezco, la lectura en papel. La encrucijada era parecida a la que le proponía la madre de Guillermo Cabrera Infante cuando había que decidir entre comer o distraerse: “¿cine o sardina?”, solo que la formula de mi otorrinolaringólogo es diferente, menos lúdica: ¿libro o esteroides? 

@pedrojsuarez

miércoles, 8 de abril de 2015

Esto de morir
Por Pedro Suárez



“Tuvo mucho éxito en vida, pero lo que le envidio fue el éxito que tuvo en la muerte”, así razona el cronista Gay Talase sobre la trágica muerte de su amigo David Halberstam (premio Pulitzer de periodismo 2004) quien había perecido en un accidente de transito cuando iba camino a realizar una entrevista. Para Talase, su amigo había muerto como los buenos toreros, en el ruedo. Era el tipo de  suerte que añade brillo a cualquier epitafio. Más, confiesa el padre del nuevo periodismo norteamericano, la sola idea de constatar la posibilidad de padecer una enfermedad degenerativa e incapacitante lo llevó a prometerse un saludo de plomo en la tapa de los sesos para escapar a ese destino. Promesa que, a los ochenta y tres años que ya tiene Talase, es casi un oximoron.  

Jack Kevorkian se decidió por un oficio que le cambió el nombre por el de Doctor Muerte. Padre de la teoría del “derecho a morir”, Kevorkian fue condenado a 25 años de prisión por asesinato en segundo grado, pero pudo asistir a más de 400 personas a cruzar el Aqueronte. Ven, entonces, de dónde viene aquello de que quién te quita lo bailado. Leo en el periódico que una niña de siete años muere a causa de una bala perdida mientras jugaba en el parque. No tuvo la suerte de los pacientes de Kevorkian, su muerte no fue una decisión propia.

La ONG Observatorio Venezolano de Violencia reporta 24.980 muertes violentas en el año 2014, esto es 82 muertes por cada 100 mil habitantes. La nada respetable cifra coloca a Venezuela como el segundo país más violento del mundo, después de Honduras. La matemática es como la cebolla, de allí que con esos números del horror se pueden ir de una consigna política a los 68 muertos que resulta de la división de ese holocausto por los 365 días del año. En este Bingo de la infamia a alguien lo atropella la suerte. Los que matan, en su mayoría adolescentes y adultos jóvenes, no logran vivir más de 25 años. Pienso en la Antología de Spoon River del poeta Edgar Lee Masters y en la inabarcable tarea que hubiese significado escribirle epitafios a tanta gente de carne y hueso.

@pedrojsuarez

domingo, 5 de abril de 2015

Caja de herramientas
Por Pedro Suárez


El defecto de la llave de tubo es que viste mal.
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El martillo demoledor es una redundancia.
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La motosierra es un serrucho que abusó con el consumo de esteroides anabólicos. 
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A la autosuficiencia de la rueda le opongo la persistencia del tornillo.
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El destornillador se la lleva bien es con el tornillo.
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La puerta le tiene envidia a la bisagra.
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El alicate de presión trabaja para la policía política. 
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El clavo detesta a la tenaza, siempre lo saca de sus casillas.
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Porque es un buen compañero, porque es buen compañero; así le cantan en las noches a la Pata de cabra.
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Ruego la paciencia de un yunque y la sabiduría de una llave ajustable.
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@pedrojsuarez


sábado, 4 de abril de 2015

Ratones de cañería
Por Pedro Suárez


Les habrá pasado, descubres que los ratones han tomado tu casa por los restos de excremento esparcidos en el piso. Una noche fui a la cocina por un pedazo de pan y encontré, justo debajo del refrigerador, tres cagarrutas que más parecían granos de  arroz chino que la infame deposición del roedor. Miré a todos lados, como apartando el silencio, y la única evidencia visual que pude recuperar fue la boñiga, inerte, de los que desde ese momento pasaron a ser mis nuevos mejores enemigos. Regresé a la habitación sin el mendrugo que había ido a buscar pero con un trozo de chocolate que apenas mordí me trajo a la memoria una frase que había escupido la tarde anterior. 

Nada te enseña más del hombre que el hombre. La frase, aparatosa pero útil dada las circunstancias que dominaban la situación en la que me encontraba, generó una ráfaga de frío que congeló el café que compartíamos en la mesa. El primero en levantarse se excusó diciendo que tenía que ir a retirar una ropa a la tintorería; después se fue Roger, pero él siempre se va a las cinco y no tiene que dar explicaciones. Me quedé solo y solamente con el que, visto la desmedida arrogancia que exhibía, traté de oponerle el cuchillo de que nada enseña más del hombre que el hombre.

Lo del cuchillo es una metáfora, lo de la arrogancia del señor, no. Hay gente que la acumula como el que aumenta la concentración de ácido úrico en sangre. Lo hacen mientras se hartan de churrascos, y no se inmutan. Diría que lo hacen a placer, sin importar si ofenden o no. A diferencia de los ratones que trabajan a hurtadillas, los patanes lo hacen a cielo abierto. No les importa enarbolar estupidez e ignorancia en una sola bandera. Para romper el hielo que había congelado la tarde le pregunto al patán, que podría llamarse Rodrigo o Vicente, que si no conocía alguna fórmula para atrapar ratones. Le comento que desde hace días percibo un olor extraño en la cocina, y que podría ser orina de ratón. Rodrigo o Vicente, que podría llamarse de las dos maneras, me interrumpe y me dice: eso no es orina, es mierda de ratón. Yo sé lo que es la mierda. Le digo que tiene razón, no puede ser otra cosa que mierda. Pido la cuenta y me despido. Le prometo que haré algo contra esos ratones. 
@pedrojsuarez


miércoles, 1 de abril de 2015


A modo de ventana
Por Pedro Suárez

Volví a la ferretería en la que siendo niño compraba alambre y tornillos, encontré los mismos ojos azules de Dino, pero esta vez en el rostro de un anciano.
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Venderle el alma al Diablo es una transacción que se hace y se suscribe sin mirar el pliego, como preguntando si lo prefiere tinto.
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Hoy, cuando duerma la siesta, voy a soñar con la caída del Zeppelin.
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Pensé que el Trocante Mayor era un grado de la Armada hasta que me lo fracturé, felizmente no tiene nada que ver con lo militar.
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¿En cuál anillo del infierno le cantó Dante al insomnio?
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Me gusta ver que hace la gente cuando no está haciendo nada.
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Si decido cruzar un océano o nadar en un vaso de whisky les diré cuántas brazadas requiere alcanzar la otra orilla.
Me entero que el bastón de tres patas es para que no se caiga el bastón.
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No sé por qué pero digo sin porqué, peróxido de hidrógeno.
Las costuras, que no se noten.
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@pedrojsuarez  

 La maldita guerra El amor es el silencio más fino, el más tembloroso, el más insoportable. Jaime Sabines Mientras las bombas caen, si se ag...