
La historia del hombre es deprimente, destaca por la bala que dispara a la espalda de un enemigo invisible que puede dibujar su propio rostro en la pólvora; en su angustia de ser, si acaso lo salva el arte y uno que otro gesto, de esos mínimos, "insignificantes" como acariciar un gato o buscar el por qué y el cómo de un vino debajo de la lengua.