Paul Auster
El amolador de tijeras
Los premios sirven para algo más que recibirlos, y eso hizo Paul Auster en su discurso de aceptación del premio Príncipe de Asturias de las Letras, del año 2006.
Auster no se quedó en la comodidad del agradecimiento al jurado y a los organizadores que bla bla bla, ni habló del ¨sufrimiento¨ del escritor al momento de enfrentar la página en blanco, dijo: “Un libro nunca ha impedido que la bala penetre en el cuerpo de la víctima. Un libro nunca ha evitado que una bomba caiga sobre civiles inocentes en el fragor de una guerra. Hay quien cree que una apreciación entusiasta del arte puede hacernos realmente mejores: más justos, más decentes, más sensibles, más comprensivos. Y quizá sea cierto; en algunos casos, raros y aislados. Pero no olvidemos que Hitler empezó siendo artista. Los tiranos y dictadores leen novelas. Los asesinos leen literatura en la cárcel. ¿Y quién puede decir que no disfrutan de los libros tanto como el que más?
En otras palabras, el arte es inútil, al menos comparado con, digamos, el trabajo de un fontanero, un médico o un maquinista”.
Más adelante el escritor norteamericano se interroga, ¿qué tiene de malo la inutilidad?; la pregunta le rompe el cuello al discurso que privilegia lo importante por sobre la necesaria urgencia del ocio, y deja desnudo a los que miran con desprecio el oficio que se ensucia las manos en tareas de quince y último. Crear mundos imaginarios de la nada, en todo caso, es como sentar a la realidad en el lomo de un tigre, conscientes que ésta última siempre supera la ficción. Pero no es más importante que amolar tijeras.