viernes, 12 de febrero de 2016

Sin luz y con sombrero 

 Les habrá pasado que tratan de agregar aceite a la ensalada y una mosca impertinente toma por asalto la escena, va del plato a la taza, de la cesta de pan al borde de la copa, de las papas fritas al bistec; es de esas moscas que avergüenzan, tanto al obsecuente mesero del restaurante que nos atiende o a la esposa del amigo que nos invita a almorzar a su casa alguno de estos domingos cualquiera. 

Algo parecido a la presencia de la mosca que abre estos renglones me pasa con un curioso cuento de Oliver Sacks, El hombre que confundió a su mujer con un sombrero. El cuento del neurólogo inglés atrapa desde el mismo título, es extraordinario pensar que alguien pueda confundir a su mujer con un borsalino. El caso es que sí, el protagonista del cuento padece lo que Sacks describe como una agnosia visual, que es  -para los precariamente entendidos, como yo, en la neurología- una perdida de la comprensión de lo real, expresada a través de su relación con el mundo visual, tangible.  Así, el personaje-paciente de Sacks sufre la dolorosa angustia de no poder distinguir entre una vaca y un piano. Pero la enfermedad de este pobre hombre tenía sus túneles de escape, si bien no podía ver la totalidad de algo, era capaz de relacionarse con su entorno a tientas.


Sí, el personaje que confundía a su mujer con un sombrero tenía sus tablas de salvación. Caso contrario sucede con la nomenclatura que gobierna a Venezuela en la actualidad. Ellos confunden fracaso con conspiración, mala gerencia con guerra económica; no han entendido que el modelo político y económico que desde hace 17 años intentan instaurar en nuestro país es inviable, por eso ven iguanas donde deberían ver mala praxis gerencial y asumen que la gente la pasa chevere en una cola de 4 horas para comprar un kilo de leche, si lo consigue. Llaman al racionamiento eléctrico, ley, a los decretos de emergencia, oportunidad para saltar los controles con garrocha y robar a placer. Ellos, la élite que nos gobierna, confunden la política con una consigna. Padecen de una indigestión ideológica que no les permite ver la realidad. Son la demostración más fehaciente de que la ficción supera la realidad. Para desgracia de 30 millones de venezolanos.
@pedrojsuarez

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