martes, 13 de enero de 2015



La enfermedad de Charlie Hebdo
Por Pedro Suárez

El camino lo hacíamos a pie, para aquel tiempo todas las distancias las hacíamos a pie. El pueblo en el que había nacido era tan pequeño como mi dedo meñique, hoy, acaso, como el pulgar de mi mano izquierda. Sigue igual de pequeño, se entiende. El caso era que los primeros lunes de cada mes, tipo 4.30 de la tarde, llegaba, conducido por la severa mano de mi madre, a la barbería de Vincenzo, un italiano de cara huesuda y cuerpo espigado que saltó el Atlántico y cayó en Upata desde su empobrecida Agriento de finales de los años 50 del siglo pasado. Me recibía Vincenzo con una sonrisa Marlboro, fumaba como un tren el hombre, y mientras le salía humo por las orejas me decía: - ¿Cómo andiamo Pietro? Conservo, por encima del olor a nicotina que emanaba de su ropa y respiración, la calidez de su sonrisa. Así fue hasta que me hice adolescente, y luego hombre, hecho y derecho, como se decía.


En la escuela aprendí a leer con el hijo de unos italianos que hacían el mejor pan francés que he comido en mi vida. Al cine iba con los hijos de unos árabes que llegaron al pueblo vendiendo telas.  Una de mis primeras novias era hija de un portugués que tenía una licorería. Mi vecino de la calle El Calvario, un español que distribuía gas doméstico, dueño de una cristalería donde solo picaba vidrios para ventanas, tenía el carácter más estruendoso que jamás conocí y era anarquista por convicción. Anduve desde siempre entre otros idiomas y sabores; aromas de cocinas que no eran los de mi casa me llevaron a otros platos, nuevas culturas. Conocí, al mismo tiempo, la burla y el escarnio con el que en muchas ocasiones trataban a mis amigos, bullying lo llaman ahora. Más de una trompada me dieron por defender a un “italiano come burro", y en no pocas oportunidades mis amigos musiú dieron trompadas para defenderme de la canalla. De allá viene mi respeto por lo diverso. Me incomoda cualquier asomo de chauvinismo, pienso que es una dolencia que encuentra su caldo de cultivo en la estupidez y se alimenta en la intolerancia religiosa, racial y política. La masacre de Charlie Hebdo resume la enfermedad.

@pedrojsuarez



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