2018
Se habla de afanes, y se confunde con miseria, se habla de amor, y se confunde con lastima, se habla de alegría para esconder tristezas; algunos gritan para no escucharse, hay quien regala para darse a sí mismos, hay quien levanta la mirada para esconderse del ombligo, hay quien se mira el ombligo para interrogar el alma; van los que piensan que lo tienen todo, vienen los que piensan que no tienen nada. Somos aquéllos que una vez decidieron caminar erguidos, somos estos que decimos adiós a un año y recibimos otro mientras el pequeñísimo artefacto cósmico que nos lleva de pasajeros completa una vuelta sobre la lámpara de luz que nos alumbra. Ese mismo artefacto fue fotografiado por la sonda espacial Voyager I, allá por el mes de febrero del año 1990, cuando se encontraba a 6.000, millones de kilómetros de la Tierra, un poco más allá de la órbita de Neptuno. La imagen que nos mostró luego la NASA es la de un minúsculo grano de arena en el espacio, y fue sobre esa imagen que el investigador y científico norteamericano Carl Sagan (1934-1996) escribió un texto al que se debe volver de vez en cuando para no perder lo que él describió como ¨una experiencia de ¨humildad¨.
Llega el 2018, la gente se abraza y ensaya palabras de amistad y amor, comparte y celebra, es casi un respiro de armonía, del que me aprovecho para invitarlos a leer el texto de Sagan, es bueno mirar la línea de la carretera, es bueno saber hacia donde vamos, de donde venimos.
PS
“Mira ese punto. Eso es aquí. Eso es nuestro hogar. Eso somos nosotros. Ahí ha vivido todo aquel de quien hayas oído hablar alguna vez, todos los seres humanos que han existido. La suma de todas nuestras alegrías y sufrimientos, miles de religiones seguras de sí mismas, ideologías y doctrinas económicas, cada cazador y recolector, cada héroe y cada cobarde, cada creador y destructor de civilizaciones, cada rey y cada campesino, cada joven pareja enamorada, cada niño esperanzado, cada madre y cada padre, cada inventor y explorador, cada maestro moral, cada político corrupto, cada “superestrella”, cada “líder supremo”, cada santo y cada pecador en la historia de nuestra especie vivió ahí: en una mota de polvo suspendida en un rayo de sol. La Tierra es un muy pequeño escenario en una vasta arena cósmica. Piensa en los ríos de sangre vertida por todos esos generales y emperadores, para que, en gloria y triunfo, pudieran convertirse en amos momentáneos de una fracción de un punto. Piensa en las interminables crueldades cometidas por los habitantes de un lugar del punto sobre los apenas distinguibles habitantes de alguna otra parte del punto. Cuán frecuentes sus malentendidos, cuán ávidos están de matarse los unos a los otros, cómo de fervientes son sus odios. Nuestros posicionamientos, nuestra supuesta importancia, el espejismo de que ocupamos una posición privilegiada en el universo … Todo eso lo pone en cuestión ese punto de luz pálida. Nuestro planeta es un solitario grano de polvo en la gran penumbra cósmica que todo lo envuelve. En nuestra oscuridad —en toda esa inmensidad—, no hay ni un indicio de que vaya a llegar ayuda desde algún otro lugar para salvarnos de nosotros mismos. Dependemos sólo de nosotros mismos. La Tierra es el único mundo conocido hasta ahora que alberga vida. No hay ningún otro lugar, al menos en el futuro próximo, al cual nuestra especie pudiera migrar. Visitar, sí. Colonizar, aún no. Nos guste o no, en este momento la Tierra es donde tenemos que quedarnos. Se ha dicho que la astronomía es una experiencia de humildad, y yo añadiría que también forja el carácter. En mi opinión, no hay mejor demostración de la locura que es la soberbia humana que esta distante imagen de nuestro minúsculo mundo. Para mí, recalca la responsabilidad que tenemos de tratarnos los unos a los otros con más amabilidad y compasión, y de preservar y querer ese punto azul pálido, el único hogar que jamás hemos conocido”.
Carl Sagan