domingo, 20 de febrero de 2022

 Visita médica

El concepto de premio es tan útil para la vida como lo es el Erase una vez al momento narrar historias, cuentos. Se premia el valor de la amistad, en la vida. Se cuenta el valor de esa amistad a la que bien le cae el Erase una vez. Mantengo, luego, y a los fines de este introito una amistad entrañable con el poeta Carlos Gabriel Villaverde González. Lo conocí un lejano día de nuestra primera juventud, en Upata, concretamente en el porche de mi casa de la calle Arévalo González #3.  Llegó con unos libros en la mano y unas revistas de poesía. Para hacer el cuento más corto, venía de Valencia donde estudiaba medicina, ahora es médico y todavía vive en Valencia donde se dedica a la docencia como profesor de Historia de la  Medicina en la Universidad de Carabobo, y a ratos al oficio de editor. Con Villaverde me carteo, antes vía correo y en papel, luego a través del correo electrónico y ahora por WhatsApp. Hablamos poco, y cuando lo hacemos podemos conversar por horas. El caso es que Villaverde va dejando una montaña de letras que se acumulan en la bandeja de mi cuenta de correo. En ocasiones las releo, como hoy. Esta nota me la escribió a propósito de unos exámenes médicos que le envié para que los leyera. La respuesta es deliciosa. No la adjetivaré, me atrevo a compartirla sin la autorización del poeta porque me divertí releyéndola. Aquí va.


La carta


A ver. Todo dentro de lo que cabe en 57 tacos, casi 58. La hipotensión suya es de vieja data. Ha sabido lidiarla, más por viejo que por Diablo. Su disnea es más nariz que pulmón. Lidiada también solo con almohadas y una que otra gota y más pastillas. Allí se impondría otra vertiente, quizá tardía. Su tiroiditis ¿? No la conocía. Ver valores funcionales cuando se haga las pruebas respectivas. Morfológicamente su cuello ha sido destacadamente grueso. Acaso para mantener en alto una testa considerable. Hacer las pruebas es aconsejable.  Faltaría más que una glándula, a mi juicio tan estéril, disfuncionara ahora, y contribuyera a generar una "función diastólica impedida tipo 1 al límite". O que la dislipidemia (no infrecuente en su historial) pueda producir una "aortoesclerosis y ectasia de aorta" (rigidez aórtica por "pegoste graso"  con subsecuente "tranquilidad" en el sector (ectasia) generando alteraciones de flujo sanguíneo donde el fluir continuo, no estancado, es, precisamente, la vida) y, subsecuentemente,  un "septum aneurístico" que "destaca". 

Seguramente cabrá tratamiento. Las pepas de "control". La industria farmacológica hace su papel a través de los galenos, evitando, sin duda, la factura aún temprana, de la Parca. La misma señora que suele ser muy terminante allí en el "penco" y que bien sabemos, al final, cobra.

Por lo demás dieta aunque sea como saludo de bandeirante y reducción de remordimientos. Sería mejor la frugalidad. Casi no comer y solo beber agua. Me apoyo en la evidencia "gandiana", y menos en sus proclamas de tonto-vivísimo. 

Esa "secta", no sufre de atisbos cardiacos, siendo viejos. Acaso no carne, no cerdo, no cordero, no pollo. Es decir, casi morir de infelicidad gustativa, y vivir sin colesterol. Así de crucial suele ser el dilema.

Ejercicio con el "triflu", una pamplinada útil para el ocio por uno mismo. 

Lo demás es confiar en que el penco que ha acompañado a uno durante más de medio siglo resista. Que siga desmintiendo estadísticas, y dejando en ridículo a los abnegados galenos, haciendo de las suyas, en su increíble tic tac, en su crucial, tanto como simple, escarceo de mantenernos despiertos.


PD: ¿ha habido taquicardia ultimamente?


 La maldita guerra El amor es el silencio más fino, el más tembloroso, el más insoportable. Jaime Sabines Mientras las bombas caen, si se ag...