domingo, 6 de diciembre de 2020

 Las edades de Mastrolia

Los títulos con los que designo las Pandenotas de Santiago Mastriola son azarosos y arbitrarios, "nacen" bajo ese signo, e intentan encontrarse con el espíritu que arropa a Matriola al momento de recoger su cosecha. Aquí va la segunda entrega, faltan muchas.

Pedro Suárez



  1. 53 años de edad, no es edad para morirse nadie. Juanma, bloguero español
  2. Sin recuerdos no hay presente. Publicidad de la película Siempre Alice
  3. Hoy ha sido mi día y no he estado. Groucho Marx
  4. La envidia es el mejor tributo que se le puede hacer al trabajo del hombre. José Mourinho
  5. - ¿Crees que Dios, el Todopoderoso Padre, en su infinita bondad, ¿permitiría el fin del mundo, como lo anuncian agoreros y neo-profetas? 

-¿En eso crees? 

- No. No lo creo. Para estar seguro tendría que dudar. Dios puede cansarse de tantas peticiones y mudarse a otro mundo. Sería allí un habitante modelo. 


(Diálogo en la obra de teatro “Llueve y es bastante”, de José Gabriel González Bravo)


  1. La migajocracia: paradigma de gobiernos ineficaces. Anónimo (hasta ahora)
  2. Aunque cuando lo digamos suene un poco cursi. Arte es también beberse adecuadamente una botella de vino y desechar cierta literatura. Es leer el Informe de la Ley Agraria de Jovellanos. Ya ve que mi visión es muy amplia. El arte es, ante todo, el único modo que tenemos de no morirnos tontosLa religión ya no sirve y la ciencia necesita toda una vida para entender el cromosoma de una mosca. Por eso el arte y la literatura son concienzudamente combatidos por todos los gobiernos, sobre todo por los gobiernos socialistas y populares. Félix De Azúa
  3. Yo te sigo sabiendo que más tarde o más temprano tú encontrarás la puerta y yo el olvido. Piedad Bonnett
  4. Hay que evolucionar de una cultura presencial a una cultura basada en la productividad y focalizada en la eficacia y eficiencia en los resultados, impulsando la innovación, fomentando la conciliación personal y profesional y gestionando de forma eficaz el tiempo y los recursos disponibles. Del manual olvidado de Peter Drucker
  5. A partir de cierta edad uno es lo que recuerda, así que sigo sin darme por vencido, aplicándome en reconstruir, como un arqueólogo minucioso, sensaciones y personas desde ínfimos detalles. No es realmente malo que las cosas se vayan, es ley de vida, y al cabo uno mismo termina yéndose con ellas. Lo triste sería no darte cuenta de que se van, hasta que un día miras atrás y compruebas que las has perdido. Decálogo del nostálgico “viviendo” en el siglo XXI.
  6. El llanto es el regreso al niño. Alirio Rodríguez 
  7. Cada día parece más marcada la búsqueda por el conocimiento resumido, recortado, en 140 caracteres o menos. Es realmente trágica la resistencia a profundizar en el conocimiento y el entusiasmo por la información superficial. Por esto la generación de nuestros padres celebra nuestra comprensión automática de las herramientas electrónicas y apoyan cómo parecemos “saber un poco de todo”, pero olvidan el peso de la palabra “poco” en esa oración. Sergio Antillano
  8. No hay reforma posible si no hay dinero. Puedes prometer lo que quieras, pero no harás nada si no dispones de caja. Esto pasa a todos los niveles y no sirven de nada las leyes si detrás no hay fondos para cumplirlas. Es lo que pasa en Grecia. Los que votaron a los ganadores tendrían que haber sabido si había dinero para el cambio. Ferpou, bloguero acerca de la crisis griega. 2015
  9. Lo que tienen que hacer es fácil de saber y difícil de hacer, cumplir las leyes, pagar tasas e impuestos que casi nadie paga allí, no tener el país lleno de funcionarios que no trabajan y cobran, no subvencionar con dinero público a la gente, gastar menos de lo que se ingresa en vez de quince veces más, cumplir con el trabajo y ser competitivos con el resto del mundo. El problema es que no quieren. León Romano, bloguero sobre la crisis griega. 2015
  10. Miedo ninguno, soy capaz de ponerme delante de las máquinas. Que me arrollen y ya ha terminado mi historia. Yo la ropa la llevo a una lavandería y no como sin lavarme las manos. Pedro tiene 81 años, una caravana, una casa vieja, más de 20 perros y un centenar de colmenas porque su madre le dijo de pequeño que quien tiene una colmena nunca se muere de hambre. Y con eso vive desde el año 1979 en los terrenos que serán del Parque Central (un proyecto a desarrollar en Valencia, España). Pedro Sánchez García. 81 años
  11. Los aficionados hablan de estrategia; los que saben hablan de logística. Napoleón Bonaparte
  12. El honestismo es la tristeza más insistente de la democracia. La idea de que cualquier análisis debe basarse en la pregunta criminal: quiénes roban, quiénes no roban. Como si no pudiéramos pensar más allá. La corrupción existe y hace daño. Pero también existe y hace daño esta tendencia general a atribuirle todos los males. La corrupción se ha transformado en algo utilísimo: el fin de cualquier debate. Nadie arguye que la corrupción no sea un problema grave. Pero también es grave cuando se la usa para clausurar el debate político, el debate sobre el poder, sobre el ejercicio de los derechos democráticos, sobre la riqueza, sobre las clases sociales, sobre sus representaciones. No digo que no haya que ocuparse de descubrir todos los robos y corruptelas que se puedan. Al contrario –y aplaudo- y agradezco como ciudadano a quienes lo hacen. Pero digo, también, que si no pensamos la política más allá de eso, si la pensamos en puros términos de honestos y deshonestos, si la pensamos como un asunto de juzgado de guardia, corremos el riesgo de buscar a elegir a Santa Teresa de Jesús o San Agustín, ergo, lo distópico. Aún más innecesario -y sobretodo tonto- que la lacra de la corrupción. En textos del foro de Resiliencia
  1. Platón decidió expulsar a los poetas de su República por considerarlos mentirosos. En Vox Pópuli
  2. Ser de izquierdas es, como ser de derechas, una de las infinitas maneras que el hombre puede elegir para ser un imbécil. En web Sevilla Corsaria
  3. La ceguera biológica impide ver, pero la ceguera ideológica impide pensar. Octavio Paz
  4. La oscuridad suele ser un instante y no se vale sólo de la certeza sensible, sino también del entendimiento. El ojo, si bien instante cuando vive, requiere de la conciencia que taladra la experiencia para poder naufragar en los escenarios de la dialéctica, esta tan lúcida pero tan dependiente de la oscuridad, de su luz o de sus apagones. José Abundio
  5. Dudo, luego existo. Los palmeros de Sócrates
  6. La sensación de hipercomunicación que reina por las llamadas redes sociales, semeja por el contrario una suerte de averno para los silentes. Esos íngrimos, temerosos y discretos seres que aspiraban a la palabra no pronunciada. Pedro Suárez
  7. Con los sesenta se empieza a comprobar que se apagan las luces de la fiesta. Paulatinamente todo se vuelve pasado. Un lustro o una década es ya mucho tiempo para la memoria. Y cada vez se hace más nítida la certeza de que la fiesta se va a acabar. Fue un 24/3/2021
  8. No hay que ser de derecha ni de izquierda para admitir que no vale la pena preservar algo por su promesa. Las cosas se preservan o desechan por sus resultados. Oscar Arias
  9. ¿Se sintió preparado cuando lo nombraron ministro de Cultura? - Lo primero que pensé fue: “Yo no sé nada de cultura, por qué me van a poner ahí”. Después el Presidente me explicó sus razones. Y ya está. Iturriza. Ministro para la Cultura en Venezuela, en entrevista.
  10. Hace treinta años podías introducir algo de complejidad en las clases en la universidad. Ahora ya nada. Han ido desapareciendo herramientas básicas como la lectura. Yo no soy nostálgico, pero la desaparición de la lectura es algo dramático porque es la pérdida de una herramienta que ha sido esencial para la civilización occidental. Esto era algo que nos diferenciaba de otras civilizaciones. En la civilización islámica, por ejemplo, la lectura no existe; es más, está perseguida. Félix De Azúa
  11. Luego está el matrimonio, con su día a día, sus calzoncillos, su complicidad, sus sonrisas tibias; y también con las discusiones agrias y salvajes, esa inevitable incomprensión que nos aleja, y esa todavía más inevitable ternura que nos vuelve a encontrar. El tiempo pasa por nosotros modificándonos y uno se sobrepone al otro y el amor es cuidar de dos almas. Salvador Sostres
  12. Prefiero la estabilidad a los experimentos, el reformismo a la revolución, la moderación a los saltos al vacío.  Todo lo que no parte de la realidad ni la tiene en cuenta es tonto, pero peligroso. Antonio Almárrega Sanz
  13. A veces, amor, yo siento pena por los poetas. Tanta lacerada intención, tanto esforzado ego, y sin embargo, siempre están tristes, siempre son pocos. Del Manual del Distraído, de Alejandro Rossi.

miércoles, 18 de noviembre de 2020

 Des-encuentro


Nadie llega, y es a Nadie al que esperan. Nadie que mató a Polifemo, el del único ojo, el cuidador de ovejas; sí, Odiseo, sí, Nadie.


Foto: Lionel Arteaga

@lionel.arteaga

domingo, 15 de noviembre de 2020

Papeles de Predios

Santiago Mastrolia cita en las Pandenotas, que se pueden leer en este blog, una de las paradojas que propone Tzvetan Todorov para “salvarnos’’ de la oscuridad que acompaña el olvido; dice el filósofo francés que “La única manera de recordar es olvidando”. Con Los papeles de Predios vamos a tomar la otra acera, queremos recordar para no olvidar. Nos interesa marcar la muesca en la pared para que eso que fue Predios sea más que una anécdota. A partir de esta primera entrega del poeta Carlos Villaverde sobre los orígenes de Predios, iremos sumando testimonios, pequeños ensayos, aproximaciones a una experiencia que recorrió un camino dentro de la literatura venezolana y que no ha sido totalmente reconocida. El resultado quizá no revierta esto último, pero quedará la cifra de una performance donde el que le interese pueda formarse un juicio sobre lo que fue Predios.






Sobre Predios: apuntes preliminares de alguna microhistoria




Por Carlos Villaverde

(Quien fue editor fundador de Predios)






En el influjo de Predios como suceso o instancia; o trayecto de quehacer o posibilidad, incluso como riesgo de la memoria, aunque hoy segura creencia, hemos transitado, quienes estuvimos desde el principio alrededor de la idea, buena parte de nuestra aproximación a la literatura. Mucho de ignorancia y parbulancia, claro está, ha quedado en el camino y aún queda uno que otro polvo por los senderos bifurcados. En la fraguada de Predios muchas conversas quedan sin registrar, amén de historias y discusiones que versaban sobre lo humano surcándose. Éramos aún muy jóvenes para saber que todo pasa, como decía el poeta Machado, y mucha pamplinada se coló en la minúscula gesta de eso que preguntan ahora como Predios. 


      Recuerdo aún con nitidez que uno de los lugares predilectos para pasar el rato era en el porche de una vivienda que queda ubicada en la calle Arévalo González, número 3. Es la casa de vivienda del poeta Pedro Suárez y su madre, la Sra. Mercedes Suárez. Matrona nunca bien ponderada por soportar toda aquella tramoya de bulliciosos lambones en su morada. Este primer dato GPS de Predios, en realidad reune dos: la localización del sitio donde se acudía y se gestaría la creencia de Predios; y repara en el carácter de Mercedes Suárez que perfilaba, sin saberlo nosotros, parlanchines amarillentos, buena parte de la fortaleza que habrían de necesitar los “sueños”. El control mínimo necesario de las tertulias, tanto que el día que no estaba ella todo era un desastre. Imponía respeto.


      Dicho esto, que nunca lo he leído sobre ninguna génesis de Predios, debo decir que “el proyecto” fue, en buena medida, una consecuencia de las típicas discusiones entre escritores y artistas. De las aspiraciones por cambiar la realidad de las cosas que suelen aflorar en jóvenes. Nada deslumbrante nos “inspiró”. Ningún poema de Rojas Guardia ni de ningún poeta de los de Tráfico y Cadenas aún no aparecía. Todavía tiempos del Chino Valera y Caupolicán, que pronto fueron desvaneciéndose pues era más necesario un cine-club y los políticos, eso sí, mentían mucho. Tampoco había mucho cielo para asaltar. Upata eran cuatro calles y dieciocho callejuelas, aún con silletas de cuero que se recostaban en los frontis de las casas como indicador de seguridad personal y ya había cerrado el último cine (la última película del Cine Principal, fue una porno con Lim Yang y Gena Barber, que no proyectaron completa. Nancy, la cajera del cine fue mi amiga y me fue revelado). En compensación, no muy simétrica, quien sabe, la Upata de la penúltima década del veinte tenía una Cueva del Oso. Europa de Carlos Santana se dejaba escuchar no en Radio Guayana (la voz de Upata se anunciaba) sino desde el casette del primo Pacheco.






Discusiones que iban desde las pestilencias del mercado municipal de víveres hasta las preocupaciones políticas que todavía entusiasmaban pues aún no éramos capaces de diferenciar lo cierto de lo verdadero; de las situaciones que se suscitaban en un bar frecuentado por nostálgicos de la diáspora española hasta la muerte que ya acudía presurosa en caídos accidentalmente, alguno hermano; de alguna telenovela brasileña que se recomendaba verla como “obra de arte” versus el bodrio que era aquella conseja de pastores y bufones por la entonces sacrosanta pantallita de tv; de corazones rotos o citas furtivas o extraviadas que hacían honor a la verdad insoslayable que es la mujer upatense, pese a que ya no había cine en el pueblo. Otras discusiones se adentraban en clasificar aquellos poetas apasionados versus poetas más íntimos y testimoniales de la mínima proeza de la vida. Se leía poesía en aquel tono pasmado que nos enseñaba Neruda y que la militancia hacía más melancólico y medio pajuo. 


      Roger Vilaín, acaso el contertulio más cordial y amigable que he conocido, pero poseedor de la más elegante y lúcida ironía de aquellos parajes, fue quien al porche trajo la última discusión en la que participé: se quejó de lo difícil de deambular por la calle Miranda, cuadras cuatro, cinco y seis, sentido norte-sur. Tenía razón el poeta, en esa rúa nadie se daba cuenta de cuando florecían los apamates en aquella plaza gigantesca. Ni el pueblo entero se daba cuenta. No era necesario, pues todo llegaría. El plomo y la droga sorprendente, inclusive. Nos tocó, querido Roger, insistir un poco en apenas prorrogar el desahucio. Era la villa idílica que se nos escapaba para siempre. La misma villa que vieron aquellos ojos de tu padre, arraigándose gozoso hasta que su voz se hizo cada vez más débil, ya no era más. Visto así Predios fue, además de creencia para un divertimento y esfuerzo de unos empecinados del corazón aún jóvenes, para promover la literatura, un ejercicio de resistencia ante un contexto que era cada vez más hostil a lo que pretendíamos hacer desde la literatura y que se haría oprobio, como en todo el país. Acaso no precisamos lo que vendría después, pero brujos no éramos. Pero sí, la poesía ayudó a que rechazáramos todo tinglado de lo que vendría después. Y nos sigue dando fuerzas. Hoy no tengo dudas.


     Allí en aquel porche pude admitir también, sin menoscabo, pues solo admití, que la poesía era más silencio y confusión que otra cosa y que el adjetivo era, ciertamente, un artefacto peligroso. Siempre he sospechado, sin afirmarlo, pues solo sospechar me está dado, que el enorme poeta Vicente Huidobro ha debido ser de un carácter insoportable. ¿Alguna duda? Cómo se le ocurre decir eso al bardo del cono sur, chileno y no argentino, al autor de ese excepcional y luminoso Altazor, y enterarnos nosotros, íngrimos aspirantes a poetas municipales, de premio y ofrenda en la Plaza Bolívar, de palabra de orden y liquiliqui. Coño Huidobro, coño, déjame decir que la colina de esta villa del Yocoima tiene un verde esplendoroso y la palabra no es esdrújula. Cabrujas ya generaba en nosotros aquellas pequeñas decepciones y yo, por lo menos, más nunca escribí un adjetivo que anidara en lo superlativo. 


      Discusiones, en fin, de notables intoxicaciones y purgantes, que se hacían interminables. Participaban estudiantes universitarios que regresaban a la villa de vacaciones de sus universidades, especialmente en el mes de agosto, a comer cachapa con queso upatense. Total: no había cultura en Upata, no había libros, no había teatro, ni cine Principal, ni cine club había. Y vacación tras vacación en Upata no había nada de esas cosas. No era como en Mérida ni en Caracas. Lo de siempre. Que cagada. Y sin adjetivos Huidobro. Con pena más bien, con María Cova.


      De la sumatoria de toda esa efervescencia y una que otra irreverencia que no me acuerdo, surgida seguramente de aquel tropel, preferí interesarme en la literatura, pero poco a poco. Aquellos muñecos y las gigantescas telas negras que veía en la calle Ayacucho eran notables pero me deprimían. En el cine-club me quedaba dormido, pero siempre me excusaba, pedía disculpas. Se estaba formando sí, ahora lo visualizo mejor y equivocadamente, a grandes tragos y casi sin moverse, aquel soberbio poeta y cinéfilo que terminó siendo Pedro Suárez y que, además, ya aruñaba la página en blanco con la fortaleza de un tigre. Sus remiendos eran cartas visibles que surcaban como punzadas nuestro asombro.  Había allí en aquel porche un poeta que ya edificaba sus manías diferenciándose; una: cuando se revolvía en la silla y nos miraba en silencio, era suficiente para conjugar el verbo vámonos. Era su ya acendrada manía de no prorrogar la siesta. Siempre pensé que aquél ritual era un sosiego demoledor, en vez de plácido, y por eso escribía ya con la turgencia necesaria a todo poema. Dice que no ahora, pero tengo mis dudas.


      Una vez se me ocurrió decir que Buñuel era medio pendejo y fui execrado, aunque con disimulo, del porche. Terminaba comiéndome un sanguche en casa de Sabatino, en aquella esquina de olores inolvidables. Percutía ya en mí, no obstante y como buen presagio, la provocación. Luego me abandonaría impunemente. Vendrían los dislates de la heteronimia y la afición por escribir las tapas (y uno que otro prólogo) en los libros de los amigos. No sé cuántas tapas he escrito en mi vida bajo una docena de nombres, eso sí. Además estudiaba medicina o ya era médico y me gustaba acompañar el dolor, que suele no dejar dormir a los pacientes. Cómo negar la acción de los analgésicos. Solo los tontos. Encima daba pininos de profesor, aficionado a la historia y la filosofía de aquella mirada que pondría a rodar Hipócrates en el siglo de Pericles o acaso antes. Los atenienses siempre mintieron brillantemente y además fueron –y son- geniales hipócritas.  Lo supieron tarde los espartanos. En fin, nada donde aportar y hacer efectivo el discurso y la praxis. Pero unas cuatro veces al año regresaba a Upata.

     





  Lo que sí consideraba una hazaña era intentar superar el déficit de publicaciones en aquel Sur tan “ateniense” y tan “del Sur”, pero mucho más Campanario. Cero publicaciones, era como muy fuerte. Muy lapidario para la memoria de María Cova Fernández, insistía. Fue así que tres personas (al final sólo tres tras aquel tumulto) asumieron el compromisos de dejar de hablar tantas pendejadas en plan víctimas y crear un Fondo Editorial, registrado en el juzgado subalterno un 23 de septiembre de 1992, al que nombramos Predios y ya en diciembre de ese año había resultados (la primera revista Predios se edita en diciembre de ese año). Promover la literatura “desde la Atenas del Sur” y, en consecuencia, dejar impresos libros y revistas que lo testimoniaran era como de verdad. Conservo el documento base del proyecto Predios, redactado en la Olivetti ya fundida: un legajo de ocho páginas que me correspondió redactar, sobre los resúmenes de aspiración de los tres participantes iniciales.


      Prosigue luego el esfuerzo de editar y trabajar la literatura desde Upata y Valencia, por una década, con aquella ingenua pretensión de beberse al mundo y de alcanzar un verso. Borges ya decía que un solo verso, bien trabajado, y sobretodo leído, bastaba. La genial zanganería del gato ciego argentino al que podían leerle versos suyos memorables que había escrito cada tres minutos, y más bien se cansaba de dichos relámpagos quien le leía. Como era posible que Borges nos lanzara aquel Everest. Publicar en Upata, para Venezuela y el mundo era, entonces, una pretensión nada borgiana, visto lo visto, o, en todo caso más quijotesca que la postulación de la realidad de un monje irlandés; un afán desmesurado que hoy se mira con asombro por los que quieran ver sin prejuicio: más de cien libros publicados, dieciséis revistas y una docena de fascículos de Cuadernos de la Memoria. No insistiré más en esta estadística, pero puedo jurar que es cierto y guardo, sin hacerle caso a Eduardo Mendoza Garriga -y con mínimo descuido- la colección completa.


      Los libros del Fondo y la revista, adolecieron de subsidios o apoyos presupuestarios gubernamentales y se mantuvo con la venta de publicidad comercial e institucional en sus páginas. No diré de las dificultades de vender literatura en Venezuela, acaso aún más grato es disfrutar la proeza de vender una página para seguir existiendo. Algo que no conoce la burocracia cultural. Ha de ser por ello que el recelo superó siempre a la impotencia de hacerlo, de quienes vegetan en los despachos culturales. También es verdad, que aquello de no pedir ni recibir subsidio era como el último reducto de nuestra desfachatez, nuestro divertimento: poder hacer una revista y editar libros sin tener que verle la cara a los gerentes culturales y menos al ministro o al vice; o publicarnos nosotros pues en las revistas existentes habían poetas reconocidos, amén de poderosos y celosos, que no publicaban ni a Dios, resguardándose “sus páginas” para la rosca y uno que otro corifeo con pretensiones de siervos.


      Alguna cosa queda y eso quizá pueda demostrarse como saldo para la historia de la literatura venezolana. Con Predios pasó que tres tercos tontos, que no tres tristes tigres (Pedro Suárez, Adán Astudillo y Carlos Villaverde), sin pergaminos ni muchos años de guerra, sin hazañas ni épicas de ningún tipo, sin talleres de literatura ni de edición; tampoco con mentores ni asesorías, ni arena ni mirra, ni nada que se le parezca hicimos un silogismo en la sombra abrumadora que prevalecía. Hicimos del aprendizaje a los coñazos el camino y así nos fue. Que después, cuando pudimos mostrar algo más que aquel rosario de quejicas precedentes, cuando tuvimos las primeras páginas impresas y presentables, provino la certeza de convocar a los amigos entrañables que hicieron luego de Predios una idea compartible donde se podía publicar. Así se completaba el propósito. Sólo eso y quizá no sea poco pues dentro de algunos años eso tampoco será nada.



Foto 1: Carlos Villaverde, Pedro Suárez, Adán Astudillo (de izquierda a derecha)
Foto 2: Pancarta donde se convoca al I Encuentro de Poesía Predios en Upata
Foto 3: Carlos Villaverde, cofundador del Fondo Editorial Predios


martes, 10 de noviembre de 2020


Mastrolia en remiendos


El año 2020, que no termina, que parece un rinoceronte en la delirante huida de un calendario al que no reconoce ni en el que encuentra sentido; que arremete contra la indiferente tranquilidad de  siete mil millones de almas, que ceba su locura en la tragedia que significa el trabajo de sobrevivir al terraplén de un mundo que ahoga y exprime. Este año, casi cosa que asusta y reduce, lo agarra Santiago Mastrolia por las greñas y reduce a pequeñas anotaciones sus infatigables lecturas de cuarentena. Suma epitafios, epígrafes, fragmentos, versos, poemas, noticias, y a razón de una diaria forma un compendio que bautiza como Pandenotas. Me las hace llegar para compartirlas en la amistad que nos une desde las aulas de un liceo que una vez nos tuvo como vecinos de pupitres. Entusiasmado por la lucidez, ironía, sarcasmo, escepticismo, que encuentro en sus líneas, le ruego que me permita publicarlas para compartirlas con los pocos que regresan a mi blog. Aquí las dejo, las iré publicando en bloques hasta alcanzar la orilla que está en el punto final de esta travesía a través de los días de un año que nunca ha debido ser.

 




PANDENOTAS*

(Notas sin permiso en el año horribilis)




* A menudo sentimos un alivio al poder expresarnos a través de otro. Que ese otro haga el esfuerzo para celebrar coincidencias y asentimos. Suficiente.


En la ociosidad como orden más o menos ineludible del año horribilis que ha sido 2020, estas anotaciones a pie de página de “los días de un año”, como en las antiguas agendas corporativas de obsequio decembrino. 365 rayaduras (entre aforismos, extractos, suspiros, sentencias y reflexiones) en afán de pescadores en un mar intangible, como siempre. Como aquella bitácora de Vinicio donde anotaba lo que le sorprendía de aquella “extensa abulia que era el azul del mar”. En estos escolios recopilados y puestos en escena tras ese saboreo intangible de la sentencia que nos agrada o nos sorprende dándonos la realísima gana de incluirlas en el estoraque: una escópica anárquica, desde luego, y es sólo parte de la adrede intención, cuya única y probable axialidad esté en la manía de leer todo lo que se presente –y pueda poseer la visión- ante los ojos: libros de no más de 300 folios, y especial y minuciosamente escudriñadas las “tapas” y las portadillas de dichos libros, así como –además- reseñas en diarios y ahora la red (Hossana). Las citas atribuidas son numeradas como testimonio de ilación, acaso el único, reveladas las autorías, eso sí; sin garantía de derechos. Hay, en fin, que leer estas pandenotas con la emoción de una sola vez. Y ya, desechar. O no, alguna, depende.

  1. “Sábete Sancho, que no es un hombre más que otro si no hace más que otro. Todas estas borrascas que nos suceden son señales de que presto ha de serenar el tiempo y han de sucedernos bien las cosas; porque no es posible que el mal ni el bien sean durables, y de aquí se sigue que, habiendo durado mucho el mal, el bien está ya cerca”. En Don Quijote de la Mancha. Miguel de Cervantes Saavedra


  1. Las cosas de las que uno se siente seguro nunca son ciertas. Esa es la fatalidad de la fe y la lección del amor. (The picture of Dorian Gray. Albert Lewin, 1945)
  2. La duda, acaso la única raíz de un pensamiento libre. José Domingo Cebrián
  3. Por si lo preguntas alguna vez: así es como termina el mundo, no como un estallido sino con un suspiro. Thomas Stearns Eliot
  4. La distancia ente la utopía y la tiranía es muy pequeña. Herman Manea
  5. Se es culto para ser libre. Nada más incierto, pero verdadero. En editorial de Letras Libres 
  6. Una creencia es una generalización sobre cierta relación entre experiencias. Algo que asumimos como verdad sin que necesariamente lo sea. José Abundio
  7. A la incapacidad de algunas sociedades de reducir a mínimos la desigualdad social y económica oponemos el rechazo a la tecnología, trivializamos el esfuerzo. Mc. Afee
  8. Es que nos creímos una mentira absoluta: que existe la verdad. Alma Guillermoprieto.
  9. La felicidad es un acto silente. Un pedazo transcurriendo no continuo. Callado es, por si no se me entiende. Tirso Pérez-Leal
  10. La muerte sola nos podría apaciguar. Aquí la espero. Thomas Mac Greevy
  11. La necesidad neurótica de estar informado y opinar a todas horas favorece a la fantasía, en lugar de a la verdad. Un tsunami sustituye a otro cada tres horas, y la información cuando es tan abundante, solo es parcial. Alma Guillermoprieto
  12. Y más que ser grande o poderoso, te incitaría a la búsqueda de la sabiduría. La grandeza y el poder son efímeros y a la larga irrelevantes; la sabiduría suele no poseer límites y por ello inagotable. Por ello es ir tras su estela de luz, en su búsqueda, tarea titánica e ilimitada. Procurar siempre ser sabio en términos de ser exigentes y nobles, justos y amables, ávidos (de conocimientos) y prudentes. Heraclio
  13. Con los años uno es lo que la memoria trabajosamente aún guarda. La edad, y su arsenal de agravios, poco a poco impiden reconstruir, dejando escasa oportunidad a la minuciosidad, tan gratificante cuando crees haberla alcanzado. Las cosas se van siempre, especialmente de la memoria, y la llamada ley de vida termina siendo un tanto triste, no porque las cosas se vayan, sino por escasa, y porque esas cosas que se van sientes que las pierdes sin compensaciones para proseguir viviendo. José Tomás Salgüeiro
  14. Tengo prisa por estar. Corro tras de mí, tras de mi sitio, tras de mi hueco ¿Quién me ha reservado ese sitio? ¿Cómo se llama mi fatalidad? Giuseppe Ungaretti
  15. No somos tontos tanto por falta de inteligencia sino por exceso de sentimientos. Sebastian Haffner
  16. Receta mínima para el “avance” en el siglo XXI: Reducir el déficit y la deuda: limitar subsidios generalizados y orientarlos a necesidades apremiantes y reales; no contraer más deuda. No admitir factores que pueden causar el fracaso educativo y/o el avance del conocimiento. Simplificación de los sistemas burocráticos con énfasis en el desarrollo de la producción y fomento del empleo estable y suficientemente remunerados. Alternancia en el poder político con obligatoriedad balanciva y transparencia democrática. Sorpresas encontradas en las denostadas “recetas” del FMI
  17. Vivíamos algo diferente de lo que éramos; escribíamos algo diferente de lo que pensábamos; pensábamos algo diferente de lo que esperábamos; y lo que queda de nosotros es algo diferente de lo que pretendíamos. Gottfried Benn
  18. Ya nunca más siervos, supimos que estamos vivos y solos. Cesare Pavese
  19. Un fracaso no se improvisa. Joan Fuster
  20. ¿Qué puede esperarse si ya escasamente leemos y aún miramos en exceso? Acaso el agradecimiento a la mudez de lo que no debió decirse nunca. Mercedes Amaral
  21. El corazón hace llegar más alto, pero no sabe de cimientos. Pedro Suárez
  22. La única manera de recordar es olvidando. La paradoja que promueve Todorov
  23. El islamismo radical es una forma de nazismo con pátina religiosa, una demencia fanática. Un fundamentalismo donde los hay. Antonio Almárrega Sanz
  24. Precisamente, lo que Marx ve como meritorio del capital es su dinamismo. Antonio Escohotado
  25. La bondad a menudo se esconde en taza incierta. José Esperón
  26. El amor: enfermedad que crece si es curada. Francisco de Quevedo
  27. Para nosotros son vacaciones. Como unas vacaciones de pascua. Vinimos para matar y que nos maten. Yihadistas somalíes de la milicia Al Shabaab gritaban en swahili, burlándose de las victimas antes de abrir fuego en la Universidad de Garissa (Kenia) el jueves 3 de abril de 2015. La matanza dejó 147 muertos y 100 heridos, la mayoría profesaba la religión cristiana. Del prontuario conocido de ISIS.
  28. Antes de morir, vivir un rato, si se puede. Groucho Marx
  29. Jamás hay sombra sin luz. Todo principio un día expira. No hay verdad sin mentira. Arjona
  30. Mientras tanto a ver cuándo tocan a mi puerta de casa para notificarme que tengo que callarme. Yo como Garaudy sigo exclamando: ya no se puede callar. Yuri Valecillo
















jueves, 29 de octubre de 2020

 Fábulas de Espinadura









El planeta Marte, su piel, las sinuosas venas de su superficie, el rojo que desde la Tierra es una bruma borgoña se debe a que de pequeño el planeta se alimentaba de tormentas y camarones.

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El zorro está feliz, se casó con una gallina que practica golf, ahora prefiere los menú a la carta.

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La gallina está feliz porque puso ocho pelotas de golf, en adelante renunciará al huevo, el golf le parece mas rentable.

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La vaca reclamaba furiosa el micrófono, ocurre que su sueño era el canto lírico.

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El día más feliz de su vida fue cuando le entregaron el diploma en Derechos Humanos, nunca pensó que lo lograría, en una hiena era como incompatible.

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El cocodrilo esperó, esperó y esperó pero el oftalmólogo nunca llegó; regresó triste a su charca, quería un tratamiento para las lagrimas.

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La luciérnaga fue detenida al medio día, volaba como Diógenes, con la lámpara de su culito encendida y preguntando por un hombre honesto.

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El tigre

Pintura

Autor: Carlos Yusti


domingo, 18 de octubre de 2020

 Espera con mambo

Se habían plantado en ese punto como un árbol. Una luz cenital les bañaba el rostro y la sombra que reflejaba el piso era gris. Parecían eternas, hieráticas, frías como el mármol. Ya antes las había visto en el mismo lugar, pero las voces de la gente, el color de los vestidos, y el ruido de los pasos las confundían con el paisaje de la rotonda. Imagino que continuaban en el mismo sitio porque estaban acostumbrabas a verlo llegar por las escaleras mecánicas. En ocasiones aparecía a través del ascensor que quedaba al lado de las escaleras, y al abrir las puertas se lo encontrarían de frente. Para hacer menos larga la espera hicieron una apuesta. No importaba el premio, era una manera de apagar la angustia de no verlo llegar. En otras ocasiones se les había hecho de noche, tres o una semana entre una y otra visita, así que la apuesta aliviaba. Lo que no podían presagiar era la aparición del virus que le daría otras agujas a un reloj que no podían interpretar, ¿por siempre?


Foto 2 Lionel Arteaga


domingo, 11 de octubre de 2020


 Es de esos hombres que tienen la costumbre del mimetismo, se confunden con el entorno y hay que hacer un esfuerzo para descubrir lo que están haciendo. Hablo de Lionel Arteaga que, como el super espía Agente OO7, cuenta con un arsenal de armas que no hieren pero atrapan. Su arma mas letal, la cámara fotográfica. Así va por la ciudad y a ratos captura imágenes que sorprenden por evidentes, porque están y han estado, siempre. No obstante, esas imágenes, parecen contaminadas de un algo efímero que nos interrogan en sus porqué.

El mini cuento que va abajo lo escribí como respuesta a una de sus fotos. La aquí publicada.


La sombra, las hormigas


La escena del crimen estaba intacta, solo faltaba el cadáver. Las hormigas, era la hipótesis de Rodríguez, habían hecho su trabajo. Tal meticulosidad le intrigaba tanto o mas que la suerte de la víctima. Claro, para el inspector no era difícil disimular que semejante pensamiento ocupaba su mente. Detective Sandoval le dijo a su compañera en la investigación, de niño criaba colonias de hormigas y te puedo asegurar que nunca duermen, y si es de acarrear un elefante lo hacen sin protestar.


Foto 1 Alexis Mora

@moralexs


Foto 2 Lionel Arteaga

@lionel.arteaga




miércoles, 26 de agosto de 2020

Pedro Suárez: La brevedad es un destino

 


Leer la poesía de Pedro Suárez, (Upata, 1961) es reconocer la mistérica Guayana venezolana. Cautiva por su exuberancia metafórica al tiempo que enlaza con su telúrica fuerza de un lenguaje certero, a ratos huidizo, breve, pero luminoso y lúcido.


Recrea un lejano discurso de antiguos juglares. Acaso también por asumir la poesía como un acto lúdico, en el término más puro y trascendente, donde la libertad escapa sonriendo a la vida. 



 

















Si bien hay varios temas que aborda su poética, como la contemplación y su marcado tono reflexivo, sentimos en su lectura una íntima felicidad que viene amparada por la amorosidad frente a todo lo que su poesía logra focalizar, incluso la mortal realidad.

 Pedro Suárez, además de poeta, dedicó poco más de treinta años a la gerencia y promoción cultural, destacando como uno de los gerentes culturales más importantes de Venezuela, a finales del siglo pasado. Su otra faceta, como editor de publicaciones al frente de la editorial Predios, así como la revista del mismo nombre, lo presentan como un venezolano dedicado íntegramente al cultivo y difusión de la cultura.

  Fue por varios años, director de cultura de la Alcaldía de Upata. Igualmente asumió la gestión cultural como director de la Casa Cultural, María Cova Fernández, y la responsabilidad en la edición de la serie, Cuadernos de la memoria donde se reúne parte de las tradiciones y la historia de su ancestral pueblo de “las siete colinas”, la Villa del Yocoima.

 

  Este destacado intelectual venezolano, ha recibido interminables distinciones, tanto como poeta y gestor cultural. Entre otras, mencionamos: Premio de Poesía“Tomás Alfaro Calatrava”, El Tigre, 1990; Premio Poeta del Año, Ciudad Bolívar, 2018; Premio Nacional de Gerencia Cultural “María Teresa Castillo”, 1998; Premio a las Artes, Ciudad Bolívar, 1997.

  

  A la fecha tiene publicados los siguientes libros: Colinas y Colindantes, 1992; Remiendos, 1993; Perfil de Aguja, 1993; 50 haikú para amarrar el Sol, 1993; Brindis para irse, 1998; Diez al azar (Antología periférica de la nueva poesía venezolana), 2002; Compilador y prologuista de la Antología Poética de Abraham Salloum Bitar, 2006; Pensando la ciudad, 2013.

 

  Pedro Suárez es, además, conferencista, ensayista y articulista de opinión para varias revistas y diarios. 

 



 










Juan Guerrero: Parte de tu obra poética se caracteriza por la cortedad de sus textos. ¿Qué te llevó a ello?


Pedro Suárez: Nunca me propuse que fuera así, llegué a ese estadio de manera natural. Tal vez en esa suma de instantes duerme la convicción de aquello que Vicente Gerbasi dibujó, como “Un relámpago extasiado entre dos noches”.

Hoy, más que nunca, estoy convencido de este aserto. La brevedad es un destino, una sentencia, sin embargo, observo cómo poco a poco voy ensanchando las orillas del río. Tengo en cartera textos que piden papel, que no se contienen y tratan de llenar más el pulmón. Esa poesía se encuentra inédita, está hibernando.


JG: ¿Acaso ese destino, que amplifica tus orillas, está determinado por tu entorno, sea familiar (el tema amoroso/amorosidad) y/o social?


Lo que pide terreno es un asunto más estético que otra cosa. El tema te da la cara y te pide palabra, ya no se conforma con la sentencia, quiere alcanzar la otra orilla a fuerza de brazadas. El reto no es mayor ni menor porque la poesía no se mide en la cantidad de caracteres que tenga un texto.

Cierto. No por extenso es bueno un texto poético, ni a la inversa resulta malo. ¿Está relacionada esa brevedad con la imposibilidad de alcanzar, penetrar el ser de la poesía o es apenas, un instante que es lucidez?

Cuando ocurre que la palabra se acomoda con la verdad del poeta, y del lector, habrá que sumar, llega el brillo, el satori. La poesía abunda en la brevedad, muestra de ello es la poesía japonesa a través del haikú, en aforismos poéticos, y finalmente, en el verso que es una parte del poema pero que no es el poema.


JG: Para Pedro Suárez, ¿qué es el poema?


Aceptemos, como Nicanor Parra, que el poema es un artefacto literario, pero vamos luego a pedir auxilio a la física para establecer un símil con la paradoja de El gato de Schrödinger: si metes en una caja a un poema y a la poesía, va a ocurrir que un momento la poesía ocurre y que en el otro momento no. ¡Claro!, esto es física cuántica, pero es indudable que la poesía, que es la que justifica el poema, sucede y no sucede en el poema.


JG: Si la poesía no sucede, o sucede en el poema. ¿Cómo puede saberlo el poeta?.


Esa pegunta me la hice el mismo día que escribí mi primer poema. ¿Esto es poesía? Me interrogué. Para mí poesía era la que leía de Rimbaud, Juan Sánchez Peláez, Rafael Cadenas, José Emilio Pacheco, Charles Baudelaire, Fernando Pessoa; en cambio lo que yo escribía -que dudaba si cerrar el verso con un punto o si utilizar una coma para bajar al otro

 verso- no podía ser poesía. La paz y el sosiego llegaron cuando comprendí que la poesía sucede cuando en el verso y luego en el poema está tu verdad. No importa si el poema está para ser estampado en mármol o en una lápida, lo que importa es que en ese poema esté tu verdad.


JG:Me río por el asombro que me causa cuando nombras a Baudelaire (estaba pensando en él y sus gatos). Esto, porque antes nombraste la paradoja “gatuna” de Schrödinger. Baudelaire también tiene sus gatos, Pedro. ¿Sucede la verdad en el poema, por ser eso, lucidez no inteligencia, o son meras elucubraciones intelectuales?


La verdad, en el poema y en la poesía, tienen el mismo valor que la mentira. Entiendo que esto que digo va a causar ruido, pero si lo que el poeta dice es mentira, y él lo sabe, esa es su verdad. Siempre será lo que el texto dice de quien lo escribe. El tema de las interpretaciones es otro asunto. También vamos a encontrar lucidez e inteligencia, y eso responde a la arquitectura emocional e intelectual del poeta.


JG: El gato encerrado en la caja negra (según la paradoja cuántica de Schrödinger) no está, ni vivo ni muerto, “Es”. Así, y según tu apreciación, ¿el poema es y no es verdad/ mentira?, ¿tiene, como el gato encerrado en la caja negra de Schrödinger, mitad de vivir/morir, o sólo es en cuanto tal, gato/poema?


La física cuántica, de la que entiendo tanto como el tamaño de un átomo, desaloja todas las certezas con las que nos relacionamos con el mundo. Pero dejemos el plano de lo cuántico para hablar de poesía y de literatura. Si no lo hacemos los profesores de física nos van a halar las orejas (risas). La poesía y el poema están para los que quieren que exista, y no está para los que la ignoran, por indiferencia o por desdén. Eso sí, en algún momento dejaremos de estar. La poesía es una bonita manera de decir que estuvimos.


JG: Tu poesía, además de lo que ya hemos indicado sobre su brevedad, es huidiza, no termina ni de mostrar el rostro amoroso ni tampoco fijarlo en la memoria. ¿Será una poesía del instante? ¿Ese punto de luz que muestra al ser?


No toda mi poesía es de tipo amorosa, no toda es breve; aunque hay poemas breves y poesía amorosa. Esto que parece un retruécano no lo es. A ver, en “50 haikú para amarrar el sol” hay una intención de hacer de espejo a un monstruo de la literatura universal, el “Ulises” de James Joyce; como en la novela de Joyce, todo transcurre en un día, pero mis haikús no suman, todo el libro, los caracteres de cualquier párrafo de los que componen las mil páginas de la novela de Joyce. Quise decir que la palabra también puede ser una omisión. En mi otro libro, “Perfil de aguja”, ocurre una exploración de la noche, y en un bar al que íbamos después de los eventos literarios que hacíamos a través del Fondo Editorial Predios, en la Upata de la década del 90 del siglo pasado. Pasa otra cosa en “Brindis para irse”, sin saberlo queda fijado un país que se estaba rompiendo. Eso lo supe casi diez años después de haber publicado el libro, me di cuenta que los poemas de aquel título que sonaban a despedida, estaban afinando una cuerda de una Venezuela que ya no sonaba igual.

Advierto, y lo acepto, que en tu pregunta está la lectura que haces de mi poesía. No sé si esa lectura ocurrió recientemente o si apelas a la memoria de la lectura que hiciste la primera vez que tuviste mis libros en tus manos.


JG: Indico amoroso, Pedro, como otra característica en tu obra poética, que conozco y he leído desde tus inicios. A propósito de tu referencia al bar que mencionas, lo conocimos –creo- a mediados de 1984-85, no sé si lo recuerdas. Leímos poesía en la Casa de la Cultura y después vagamos entre amigos por medio pueblo. Ya emergían tus poemas y tus proyectos editoriales. Predios, nombre de ese emblemático proyecto cultural y de su revista, que ha sido referencia nacional por varios años. Coméntanos sobre ello.


Te recuerdo en ese bar, por supuesto. De esas noches, que fueron muchas, salió una noche. El universo infinito de la noche que cede su poder a la palabra para que trate de explicarla. Eso intenté, más que protagonista, observador y ofrendante. Está el amor, el erotismo, la rendición de los sentidos. “Perfil de aguja” busca y encuentra en lo ínfimo, en el gesto de aquellos que embriagados, celebran.


JG: A poco más de 30 años de aquella experiencia editorial llamada Predios, ¿cuál ha sido tu balance?


En estos días conversaba con el poeta Carlos Villaverde, quizás el motor donde descansaban las turbinas de más potencia del proyecto Predios, y concluimos que el balance que se haga de ese proyecto literario, es que nació y se desarrolló en la provincia de una Venezuela que también era provincia a nivel literario. Publicamos 100 libros, 20 revistas de arte y literatura, y 15 cuadernos de la memoria. Pregúntale, no a mí, a investigadores literarios, a poetas, y escritores en general, y no van a saber qué responder. Lo de Predios fue un olvido “inducido”. Nosotros, en cambio, disfrutamos la experiencia y no dudamos en calificarla como uno de los trabajos más importantes y trascendentes de los últimos cincuenta años en Venezuela, a nivel literario y hecho en la provincia, concretamente en Upata, municipio Piar del estado Bolívar.


JG: ¿Qué circunstancias contribuyeron para desarrollar ese inmenso sueño con semejantes resultados?


Con permiso del lugar común, había un sueño, una pasión, y el empecinamiento para andar y hacer realidad lo que soñábamos. La literatura era un camino, algo de buenismoque nos llevó a promover la poesía en los colegios a través de concursos de cuento y poesía, y con talleres. Tú fuiste testigo y protagonista de la experiencia Predios, dictaste talleres y nos acompañaste en infinidad de eventos; pienso que puedes dar fe de la efervescencia y potencia de ese movimiento literario.

 

 JG: Cierto, Pedro. Esa producción literaria es inmensa. Está ahí esperando que sea revisada y estudiada con el rigor académico que merece. Después de Predios, ¿qué hay?


Vista en retrospectiva, la faena literaria desplegada desde Predios resulta tremenda y sorprendente. No sólo por la producción de libros y revistas, sino por el contexto donde se producía esa literatura: escaso o nulo apoyo de instituciones culturales públicas, el soslayo de la “rosca cultural” caraqueña de entonces, muy arraigada como sobrestimada, que lejos de cerrar el proyecto de “provincia”, nos estimuló a buscar auspicios privados e individuales que hicieron de la experiencia Predios una iniciativa singular, que no se amilanó ante la adversidad ni dificultad, ni el desinterés. Predios mientras duró, cerca de tres décadas, fue una lucha contra la desidia, un empecinado propósito por demostrar que desde un lugar del sur del país se podía hacer alguna literatura, al tiempo de poder ser posibilidad y certeza.


JG: ¿Continúas escribiendo tus poemas con los mismos temas y formatos, o incorporaste nuevas experiencias, por ejemplo, la pandemia y sus fantasmas?


Ni una línea, Juan. Ni una sola línea puedo escribir en estos días. Pienso, solamente, en Los Heraldos negros, el poema de César Vallejo que intenta lidiar con las avalanchas que se nos vienen encima. Mientras te respondo esta pregunta me llama mi hija para decirme que murió la madre de su novio. Entonces, Vallejo me grita: “Hay golpes en la vida, tan fuertes. ¡Yo no sé!

Mis textos, que en su mayoría han sido escritos antes de la aparición del virus, y se mantienen inéditos, van detrás de historias que responden a momentos donde se cruzan el amor, la naturaleza, el escepticismo, el humor, la vida. Tengo tres libros en proceso que pueden terminar siendo dos. En “Toque antes de entrar”, que es uno de ellos, hay de todopero el humor destaca; en “Prueba microscópica”, la palabra se ensancha y rompe el gotero de la brevedad; en “Libro de la sabana”, dejo testimonio de mi reiterado noviazgo con la Gran Sabana. Es posible que compile en libro unas anotaciones que en ocasiones llegan al despeñadero de los aforismos. Tengo 20 años que no publico, me retiré del cotarro literario de Venezuela, y apenas acepto participar en algún evento donde el compromiso de la amistad y el afecto me impiden decir que no.

Ante el protagonismo, el postureo, y el eructo de las redes sociales, me atrae la idea de pasar inadvertido. No me interesa ser reconocido ni recompensado, disfruto escribir, escuchar música, leer, especialmente, leer.


JG: ¿Y qué lee por estos días de peste, Pedro Suárez?

 

 Vuelvo a la paradoja del gato de Schrödinger, yo no sé qué estoy leyendo ni cuándo estoy leyendo. Mi lectura se ha vuelto fragmentaria, ya no tengo hígado suficiente para leer novelas extensas. Leo de todo, lo que me cae en las manos y me llama la atención. He postergado la culminación de la lectura de una novela de Juan José Millás, “La vida a ratos”, que es un diario tan fragmentario como mi lectura; leo cuentos de Truman Capote, me refiero a “Música para camaleones”; leo poesía, ensayo, algo de Paul Auster. Te digo, mi vida gira en torno a la literatura, y mi curiosidad es tan volátil en tanto estoy consciente de que el universo de los libros es inabarcable.


JG: ¿Siempre ha sido así tu vida, vinculada con la literatura? ¿Acaso has tenido tiempos más mundanos?


Mas han sido los tiempos en los que me he arropado con la cobija de la realidad, a secas. Esa realidad que te recuerda que la nevera está vacía o que debes cancelar la tarjeta de crédito. La literatura, y la promoción cultural, a la que me dediqué en algún momento de mi vida, han sido ejes en los que se debaten mis gustos. Renuncié a la promoción cultural, me cansé. La literatura, en la que la lectura es más importante, se mantiene. Soy espectador y actor en ese mundo. Escribo un tuit, y siento que lo hago porque la literatura es parte de mi vida. Veo una película y pienso en el guión, veo una entrevista en la televisión, y me detengo en la forma cómo el entrevistador pregunta y el entrevistado responde. Todo lo veo a través de la escritura. Hasta cuando escucho a una persona hablar.


JG: ¿Será que Pedro Suárez sigue encerrado con los gatos en la paradoja de Schrödenger? ¿Ves la realidad desde esa paradoja?


Me atrae la idea de las verdades absolutas, porque estoy seguro que no existen. Vivimos un tiempo donde las ideologías insisten en gobernar la conducta del individuo, en singular, y de las sociedades, en general. Esto provoca un impacto en la consciencia del individuo que se resiste a entrar por el aro de esa caja en la que en un momento pasa una cosa, y otra a la vez. Lo tecnológico convive con los fósiles de aquellas ideologías, e impone una agenda en la que el ser humano puede disfrutar de estadios de bienestar inimaginables. No obstante, todo se cuestiona, a cada rato salta la liebre y desacomoda las certezas que reinan a su antojo. ¿Que alguien me diga que podía dar por cierta la prisión a la que hoy nos somete el COVID-19? Filósofos y científicos plantearon el tema de un virus que podía convertirse en el meteorito microscópico del siglo XXI, pero el mundo estaba pendiente del lanzamiento del nuevo teléfono móvil.

Fíjate, tremenda paradoja, hoy es más seguro hacer una caminata espacial que viajar en el metro sin un tapabocas, “Venimos de la noche, y hacia la noche vamos”, ¿te das cuenta cómo la poesía tiene respuesta para la incertidumbre?


JG: ¿Será que no queda otro destino sino quedarnos, como el Boccaccio, encerrados en un gueto escribiendo nuestra incertidumbre de una peste más íntima e intrascendente?

 

 Atrae la idea del Boccaccio, aceptar que no ofende sino se está haciendo lo suficiente para que el mundo sea diferente, de “otra manera”. Sobran los salvadores de la patria, los vendedores de humo. Hace mucho salió “un hidalgo de los de lanza en astillero, adarga antigua, rocín flaco y galgo corredor” a enderezar entuertos, y no le fue bien. No somos políticos para la acción. Somos oficiantes de la literatura, no aprendices de brujos. Acaso sólo estamos dotados para la opinión y alguno que otro verso afortunado. ¿Cuándo no ha sido así en la historia de la humanidad? Es casi fútil lamentarse, mas cuando sabemos que todo es breve y tan eterno a la vez.


JG: ¿Permanece el hechizo de la poesía? ¿Eres hechicero, alquimista y activista de los misterios esotéricos? ¿Es otro de tus temas ocultos?


Entiendo el “hechizo” como una fascinación, no como un acto de esoterismo. Ese hechizo por la palabra se mantiene. La poesía, tanto la que leo como la que escribo es un ancla que ata su peso a mis días. Cuando quiero encontrar una respuesta, la poesía está para responder. Si el lector encuentra o sospecha que esa acción aparece en mi poesía, debo suponer que es producto de su lectura, una aproximación subjetiva, como toda lectura, a unos textos que intencionalmente son crípticos porque de alguna manera el poeta, casi siempre, escribe para sí mismo.

JG: ¿Crees que con la palabra poética, que es hechizo y convoca a quienes desde el fondo del bosque, que es el mundo y sus misterios, pueda el hombre, cual hada, dejar “hadado” su destino, tal vez liberado?


Quisiera ser así de optimista, pero no. La palabra salva, pero también fulmina, hiere, cicatriza. Nada más. Lo que libera es la paz interior, el equilibrio que estableces con tu entorno. La solidaridad, tal vez. El azar, aunque parezca un despropósito, puede jugar un papel en tu historia personal. Finalmente, el respeto a la Tercera Ley de Newton: todo lo que hagas tiene una consecuencia. Libera la música de Mozart, compartir un helado con una amiga, ver florecer una orquídea, un millón de dólares no debe molestar. Esto último en atención a la recomendación de Groucho Marx, para quien la felicidad está hecha de pequeñas cosas.


JG: No diré como aquel jugador de béisbol lleno de “paradojas populares”: “El juego no se acaba hasta que no termina” pero, finalmente, Pedro, ¿podremos encontrar en nuestra sociedad y con esta peste, la libertad suficiente como para seguir leyendo al menos en un banco de plaza, aunque sea revisando la pantalla de nuestro móvil?


Mira que me gusta el béisbol, y me atrae la idea de que este juego no se termina todavía. Espero que volvamos a recuperar la añorada normalidad y regresemos a las salas de cine, a los conciertos, al café de la esquina, a las escasas librerías. Tengo miedo, yo tengo miedo. He visto morir gente muy querida, y no sabemos hasta dónde va a llegar esto. Nos mandaron de vuelta a las cavernas, pero con WIFI y redes sociales. Me gusta el cielo azul, y el ruido de las calles. El virus no me deja ver el cielo, y las calles están mudas.



NOTA

Entrevista realizada por el escritor y ensayista Juan Guerrero , y publicada el 23 de agosto de 2020 en el portal Astorga Redacción.

http://astorgaredaccion.com/art/25781/pedro-suarez-la-brevedad-es-un-destino 


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