domingo, 24 de mayo de 2015


Zoon politikon
Por Pedro Suárez

«El lenguaje político está diseñado para que las mentiras parezcan verdades, el asesinato una acción respetable y para dar al viento apariencia de solidez.»
George Orwell

En política no debe haber inocentes ni tiene cabida la inocencia.
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La política, supo decirme un amigo, es la suma de las matemáticas con la vaselina, si rompe ese encuadre, es otra cosa.
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Se confunde el que piensa que la poesía es un cagajón de mariposa a la que el viento sorprende y arrebata.
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La verdad aterra al tirano, apenas la olfatea, la persigue como la hiena a la presa herida; cuando no, intenta ahogarla en sangre, cárcel, exilio, dinero, premio, y lisonjas.
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La poesía, en boca de verdugos, suena como el ruido de cráneos vacíos.
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El poder político ha trasmutado de una gota de sangre en la palma de la mano a una gota de sangre en un vaso de agua.
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Nada más revolucionario que el hambre.
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Nada más reaccionario que el poder.
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El Che Guevara fue un mochilero con instinto suicida al que Korda le tomó una buena foto.
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La historia esconde una colección de sabandijas que los tiranos traen al presente para cometer sus fechorías.
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@pedrojsuarez

lunes, 11 de mayo de 2015

El arte de complacer
Por Pedro Suárez

Las disculpas son como las vacunas, sirven cuando se dan a tiempo. Teresa no le gusta que escriba largo, me dice que solo tiene tiempo para leerme corto. Le cuento que esa era la excusa, pero al revés, que utilizaba Carlos Marx para escribirle a Engels, o (la frase se la atribuyen a los dos Mark, y siempre la he leído -mala costumbre para citar- en boca de terceros) Mark Twain para hacerlo a su novia: Te escribo largo porque no tengo tiempo para escribirte corto. Para consolar a Teresa le propongo que implemente un juego al momento de leerme. Al azar, que se detenga en un párrafo, que de ese párrafo lea una frase y que cruce los dedos para ver si la suerte la premia con una imagen o un giro que la sorprenda y salve el esfuerzo que realiza al leerme.

Le hablo a Teresa de Juan José Millás y su pertinaz construcción de un mundo donde la palabra es el hilo que sirve para cruzar caminos que recrean sus obsesiones literarias. La palabra en su estado domestico, íntimo, y hasta de paria como ocurre con la desgracia de la palabra Pobrema con la que desarrolla el primer capítulo de la novela La mujer loca. Pobrema padece la neurosis de no reconocerse en el mundo de las palabras, se siente rechazada porque nadie la utiliza en las conversaciones diarias y ni siquiera aparece en el diccionario. Julia, la protagonista de la novela le propone una solución. Pero ese es otro asunto y lo mejor que pueden hacer es leer el libro. Me preocupa Teresa, para mí es importante que me lea. Ella insiste en que solo debo escribir aforismos. Fíjate, me dice, hasta epitafios podrías escribir.

La verdad es que si es por ser breve, mis artículos no pasan de tres mil caracteres. Me siento cómodo cuando escribo poesía, que es la manera de encerrar el universo en el espejo de unos versos. Pero también me gusta cumplir la obligación semanal de entregar a los lectores unas líneas que cuenten algo. Mato dos pájaros con ese tiro: le llego a Teresa y a Pablo, pero además me someto al trance de resolver el incordio que significa escribir. No sin cierto placer inicio el ritual de preguntarme qué va después del punto. La pared inexpugnable o el caudaloso río en la que se cierra la primera frase del texto es ya, de por sí, un triunfo. Pero Teresa insiste, me va mejor el aforismo. Yo le respondo: sea.

@pedrojsuarez

domingo, 3 de mayo de 2015

Otro selfie
Por Pedro Suárez


La reseña podría iniciar con una frase de autor: Con mis huesos han topado. Innecesario es descubrir a quién se parafrasea, pero ustedes lo adivinan, al Caballero de la triste figura. El molino de viento que es la historia, abre sus brazos para convertir en souvenir el polvo de quien por inmortal resiste la voluntad de la materia. Pero los turistas, ávidos en su nadería, pretenden eternizar el vacío frente a esos polvos en  selfies de tantos pixeles. Olvidan la lapidaria sentencia del escritor italiano Ennio Flaiano para quien "Los días inolvidables en la vida de un hombre son cinco o seis en total, los demás hacen volumen." De suerte que si se trata de complacer a la galería, allí están los huesos del manco de Lepanto, el genial Don Miguel de Cervantes Saavedra.

A partir de ahora será más fácil entrar en contacto visual con el cubito y el radio del creador de Sancho Panza que con el capítulo que Cervantes dedica a la novela del Curioso impertinente; qué importa si se ignora de qué va la aventura narrada sobre la infanta Micomicona, ni cómo el bachiller Sansón Carrasco abona en la locura del ingenioso hidalgo. Importante es que los amigos hagan like en la foto que subirán a la red.

Soy de los que se resisten a pontificar sobre el pasado, pienso que este es el mejor momento de la historia de la humanidad (los Hititas quemaban la retina a sus esclavos para que no vieran la penosa suerte que les correspondía en vida); y a menos que se cumplan las predicciones de economistas como Nathan Hagens y su curiosa tesis sobre la disonancia cognitiva, lo será por mucho tiempo. No es descabellado, entonces, pensar que la vida será más confortable dentro de 50 años que hoy. Es posible que la oportunidad de ser felices superen largo las que ahora se nos ofrecen. Lo que no estoy seguro es si la enfermedad de este tiempo, una de las más graves, nos permitirá alcanzar la Arcadia que dibujaron los griegos y que el romanticismo hizo suya. Hablo de la banalidad. Esa insoportable levedad nos va conduciendo al abismo. La muerte puede llegar a ser un divertimento, un adolescente le acomoda veinte tiros en la cara a otro niño porque “se comió la luz”, un funcionario público se roba 300 millones de dólares para comprar caballos y un jet; ambos lo hacen para divertirse. La banalidad despoja de luces al semáforo que controla el manejo de la ética como moneda de cambio de nuestras acciones de vida. Aparecieron los restos de Miguel de Cervantes, la gran Madrid ofrecerá a partir de ahora una inaplazable location para tomarse una foto y subirla a las redes sociales. 

@pedrojsuarez

 La maldita guerra El amor es el silencio más fino, el más tembloroso, el más insoportable. Jaime Sabines Mientras las bombas caen, si se ag...