Ovillo de gato
Sufro el cansancio de regresar
me agrada más pinchar en el ojo de la costumbre
tanto como escudriñar la dirección del viento
con la punta de un deseo que no me abandona.
Me agotan las moralejas
el desaliñado, por pueril, avatar
la explicación en negrilla
los sentimentalismos de alquiler
el consejo oportuno
los héroes a pesar de sus torpezas
y el final feliz.
Celebro, en cambio, el portazo en las narices
el apretón de manos, el c´est la vie, el me da la gana
el me distraje y llegué tarde o no llegué.
Ulises ha sido escuela en esto y aquello de fingir
ansiedad por lo que guarda la impiedad de fiestas
donde espera el lobo y el hastío.
Nada de héroe troyano.
Esto es un sinsabor con arrestos de cebolla
una migraña de puentes sobre mares de arena
donde cambio la piel cada vez que el sol repite su caída.
Nada particular
me descubro en el redil de un café
recitando el mantra de estas palpitaciones
mientras veo alejarse unas caderas por un aclimatado pasillo de mármol
donde se escuchan sus pasos y reverbera el neón.
* Del libro inédito (y en busca de editor) Toque antes de entrar
Nada de héroe troyano. Aunque se intente. Es la palabra que jadea, herida en su lomo incierto.
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