Para mí, poemas sin hielo
Pidió agua y de la cartera -uno de esos bolsos de mano que, una vez más, se han puesto de moda- sacó dos pastillas, ambas redondas como un botón de camisa y blancas como la harina de trigo; las dos, potentes analgésicos con los que pretendía domesticar un supuesto dolor de cabeza. Me explicó, casi a manera de excusa, buscando quizá aprobación a la ingesta, que había dormido mal la noche anterior, que se había tomado unos tragos y que en la mañana había corrido diez kilómetros en el malecón. Hasta aquí, una historia cualquiera. Un método, la señal de una probable adición. El caso es que yo también había dormido mal la noche anterior. Es verdad que no había tomado tragos, ni de lejos me había sometido a la extraña y moderna costumbre de correr hasta la extenuación. Recuerdo sí, que, mediada la tarde una imagen asociada a una trágica noticia se apropió de mi cerebro. La imagen se fue diluyendo con el café que compartía con mi amigo. Podría asegurar que abandonó mi cuerpo como uno de esos grillos que se alejan a grandes saltos de tu vista y se llevan consigo el martirio de su ruido. Me quedó fue la interrogante de que a qué tipo de analgésico debía acudir para vencer el abatimiento al que no sin cierta frecuencia me veía sometido. Y pensé que nada me sacaba tan limpiamente de mis fatigas, que por comodidad llamaré saudade, que el acto de aproximarme a los predios de la poesía. Corrijo, me hace bien, detener la mirada en una pintura, en un trazo de esa pintura; tanto como la música, cualquier música y músico; igual puedo decir de una escultura, de un poema, un verso, una fotografía, del arte. Sí, del arte. Es un acto reflejo, no me falla. Trato de decir que hay muchas maneras de curarse. Me espanta pensar que en la mía pueda encontrarse un asomo de superioridad moral, peor aún, de cursilería. Me asusta y repele esa idea, tanto que de solo pensar en esa posibilidad un intenso dolor de cabeza se apodera de mí. Y cuando ese tipo de dolor me ataca, nada me alivia más que un buen analgésico, una de esas pastillas que toma mi amigo para vencer la cefalea.
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