Razones esdrújulas
Tan breve como un ring
Seguro lo habrá sufrido: teléfonos que revientan con un reguetón del tamaño de un elefante de circo, justo en mitad de un evento que reclama silencio. La impertinencia sucede por igual en una sala de cine, una obra de teatro, en un velorio, en la cola de un Banco, en una audiencia preliminar donde se juzga un crimen monstruoso, justo en ese momento en el que el odontólogo se afinca en la cavidad de ese molar que te lleva jodida las últimas veinte noches. Indistintamente, el ring es como una pedrada en el ojo y nos devuelve a una realidad que si bien está delante de nuestras narices, no es menos cierto que nos despierta con la brusquedad de un impertinente. Es tan odiosa la cantidad y variedad de tonos que más bien parecen los instrumentos de un verdugo. La gente se le olvida que la ingeniería digital y los programadores de software previeron una opción que permite mantener el teléfono en modo de silencio, también en modo brisa call. De manera que si mis amigos me llaman y no les contesto, ya saben porqué.
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